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Mi Pony

Una mujer se encuentra de pronto con el pene de su caballo en las manos. Después de masturbarlo y presa de la calentura, corre a su habitación para darse una sesión en solitario. Siempre desde pequeña me sentí atraída por los caballos, era la típica niña de ciudad, loca por los caballitos, claro que nunca fue más allá de pasearme en esos cansados caballos de feria y de ver o acariciar a los equinos que se podían ver en algún circo que llego cerca de mi casa. Nunca pensé que ahora al empezar mis treinta años, me vería tan involucrada con estos nobles seres y en especial con un pony. Conocí a mi pony cuando tenía apenas seis meses había sido separado de su madre, cuando aún se estaba amamantando, su anterior dueño no lo había podido vender con su madre y él era una de las cabezas de ganado que estaban anotadas como parte de la estancia que mi marido había comprado, para diversificar sus inversiones. Eran los días de los modelos económicos florecientes y de las privatizaciones, todo el mundo tenía algo de dinero, después de largos años de depresión y mi marido con su incipiente empresa de informática ya había logrado obtener algunos réditos y le pareció bueno invertirlos en una estancia que se vendía a un precio muy conveniente, yo por esos años era la incipiente ama de casa en que se había convertido una dulce estudiante de informática que se enamoró de su profesor y que al poco de tener amoríos con él, quedó embarazada con gemelos del que sería el hombre de su vida. El caballito de fábula era por ese tiempo un poco más grande que un perro mediano y había que alimentarlo con un biberón gigante, era un pony de Shetland de pura sangre, de aquellos que andan en los circos o los mantienen los ricos hacendados europeos para diversión de sus niños. Mis hijos tenían por ese tiempo ocho años así que ya se imaginaran fue un amor a primera vista, la familia lo adoptó enseguida. Creo que fue el principal juguete de mis hijos por esos años y con él aprendieron también mucha responsabilidad pues eran los encargados de alimentarlo y cuidarlo, rodeado siempre de mis hijos y de los niños de los peones el caballito al que llamamos Ópalo, creció con un carácter muy dócil y pacifico, muchas veces tenía que sacarlo de nuestra casa a donde seguía a mis hijos o simplemente entraba a pedir comida o azúcar que era su golosina preferida, a todo el mundo le caía bien y todos lo mimaban, el capataz de la estancia decía que el pony no se creía un caballo sino un ser humano, por cómo reaccionaba con otros animales, decía que por ejemplo que cuando otro animal le asustaba buscaba al primer humano que estuviera cerca y se refugiaba atrás de él. Pero el tiempo pasó mis hijos tuvieron que ir a estudiar en internados de la gran ciudad alejada a casi seis horas en auto de la estancia sólo venían cuando tenían vacaciones largas, ya habíamos construido una casa muy cómoda en la estancia y me acostumbré a la sana vida del campo y como me especialicé en multimedia , me dediqué al diseño de proyectos para multimedia cosa que podía realizar muy bien en la soledad de la estancia y al mismo tiempo controlar algo la estancia, mi esposo sólo venía los fines de semana ya que él estaba dedicado a sus negocios de informática ahora al por mayor. Bueno creo que esa soledad fue la base de mi extravíos. Ópalo se había convertido en un caballito muy pequeño apenas tenía un metro veinte de alzada no obstante era ancho de lomos, todavía era un juguete si lo comparábamos con un caballo normal, aunque muy hermoso pues era de color blanco con unas manchas negras en la cruz y en las ancas, sus ojos son negros con unas pestañas enormes tan expresivos, sus crines y cola muy blancas brillantes largas pues nunca se las habíamos cortado le daban una belleza inusual en fin era un animal hermoso si bien era apenas del porte de un perro grande como un labrador. Por su carácter tuvimos que hacerle un cobertizo cerca de mi casa ya que no podía estar con otros caballos que lo podían lastimar y además estaba acostumbrado a otro trato y otra comida que sus congéneres. Por esas fechas habíamos comprado una yegua pura sangre, que después de tener sonados éxitos en los hipódromos un accidente en un pata, le había vuelto inútil para las carreras pero podría servir como una buena reproductora y es que la pensábamos preñar también de un campeón, por inseminación artificial. Recuerdo la trajeron en la noche de tormenta a eso de las 9, cuando no había nadie que la recibiera, así que tuve que recibirla yo mismo, las cuadras de los caballos estaban algo alejadas así que pensé en hacerle un lugar cerca de Ópalo en el cobertizo de atrás de la casa , sólo por esa noche, no había contado con que la yegua estaba en celo o estro y mi pequeñín Ópalo caballo al fin, al oler a la hembra se puso muy nervioso, a eso de las doce de la noche se puso imposible, Ópalo estaba dando de coces a la pared de madera de su corral y la yegua asustada relinchaba también, yo estaba ya entre mis sabanas cuando empezó todo ese kilombo, así que vestida sólo en pijamas tuve salir a ver qué se podía hacer en el cobertizo, no se me ocurría cómo tranquilizarlos, Ópalo con mi presencia dejó de patear las paredes pero siguió trotando en círculos en su pequeño corral mientras bufaba, nunca lo había visto así, mientras que la yegua en el corral aledaño estaba inquieta y relinchaba supongo que también olería a Ópalo. En fin podría haber sacado alguno de los dos y atarlos fuera hasta que amaneciera pero la fuerte lluvia que en ese momento caía me hacía negar esa solución, pensaba si los ponía juntos tal vez Ópalo se tranquilice aunque también podía tornarse aún más frenético tratando de montar a la yegua, y lastimarse o hacerse lastimar, por el lado de que nos podía arruinar el negocio preñando a la yegua no había ningún peligro ya que el caballito apenas le llegaría al pecho de la yegua estirándose, y por así decirlo una monta era casi imposible a una yegua que era tres veces más grande que él, bueno pensé sólo por ahora lo haré dormir en el porche de la casa, esperando que no se coma mis geranios y azaleas, lo lacé con una cuerda y lo empecé a tirar fuera del cobertizo, pero él , rebelde y con una fuerza que no le conocía me tiró a mí hacia el corral donde estaba la yegua, por en medio de la puerta de madera se olieron por primera vez de cerca, supongo que a la yegua le hizo algo de gracia ver a un caballo tan pequeño, que inmediatamente se tranquilizó, dio unas vueltas en el corral y se sitúo a un lado de este con su cola hacia la puerta del corral, mientras que Ópalo resoplaba tratando de aspirar todo el olor que salía de la yegua en celo, en ese momento vi por primera vez que mi caballito tenía una erección, su pene había salido de los ijares y se proyectaba indecente hacia delante nunca lo había visto en esas faenas al caballito y me hizo mucha gracia. Siempre me había llamado la atención cuando a veces hacíamos montar un caballo a una yegua era un espectáculo que siempre me excitaba mucho, ver a un par de esas bestias teniendo sexo, para una citadina como yo era un exhibición que siempre me dejaba las pantaletas húmedas, aunque siempre fingía frialdad frente a los peones, el ver esos enormes penes de los caballos tan grandes como mi brazo y mucho más anchos enterrarse en las vaginas súper humedas de las yeguas era de lo más caliente que podía imaginar, muchas veces me masturbé en soledad recordando esas escenas. Incluso me excitaban mucho cuando se le extraía el semen a uno de esos animales para congelarlo y venderlo o utilizarlo con alguna yegua aparente, ver cómo lograban meter la enorme erección de esos animales en esa manga donde se recolectaba el semen era sencillamente perturbador, recuerdo un día en que estábamos en esos menesteres y cuando los peones se habían retirado al almuerzo, sin que nadie me viera pude acercarme a un semental, un percherón sangre fría enorme, pero muy manso al que estaban extrayendo el semen y traviesa palpé el enorme pene, no lo podía agarrar completo en mi mano debido a su grosor, su tibieza, y dura consistencia a la vez que el tacto suave de esa piel me hizo estremecer, aunque no me gusto la punta de ese poderoso instrumento creo que lo demasiado grande del prepucio hacía que esa parte del poderoso pene pareciera más bien la trompa de un elefante que un pene y es que no sé de otras mujeres, pero a mí me encanta la forma de la cabeza de los penes de los hombres, el glande es lo que hace que me provoque lamer y chupar el pene de un hombre. Pero el pene de mi Ópalo distaba mucho de ese pene majestuoso que un día toqué, pero éste era aun más inquietante por lo humano que parecía, erecto debía tener sin exagerar unos treinta centímetros y de 3 o 4 de ancho, era casi humano, también en su forma tenía un glande bien definido y su color rosado encarnado lo hacía un pene digno de contemplarse y vaya que lo contemplé, era muy tarde y seguramente no había nadie en los alrededores y mis hormonas me traicionaban, pronto sentí la calentura de la excitación, tenía unas ganas enormes de tocar ese enorme pene, bueno pensé y quién me podía ver, cayendo de rodillas en la paja del cobertizo extendí mi mano y por primera vez toqué ese pene precioso, era tibio y suave, pero de consistencia tiesa como un palo, qué rico pene tenía mi caballito pensé, creo que Ópalo también notó ese toque porque se quedó muy quieto y hasta diría que se tranquilizó, eso y mi calentura me hizo pensar tal vez si lo masturbo se tranquiliza de una vez y muy lascivamente empecé a mover mi mano desde la punta hasta la base de ese pene acariciándolo primero, sintiendo toda su forma ,consistencia y cómo latía, y luego más fuerte palpando esas venitas y esas rugosidades que tenía ese magnifico pene, mientras pensaba si esto lo tuviera un hombre seguro fuera un Dios, cuando me di cuenta ya estaba jadeando como una perra en celo y mis caderas por sí solas se movían en círculos, hacía rato que no me ponía tan cachonda, quería tocarme , pero a la vez no quería dejar de acariciar ese pene con las dos manos como lo estaba haciendo, quería verlo derramarse, pensaba que tan cachonda estaba que el sólo verle expulsando semen me calmaría y entonces me di por entero a la tarea de drenar ese semental y vaya que disfruté los 10 minutos o más que di a sacar brillo del pene de mi caballito, hasta que con reparos y bufidos Ópalo se corrió y en que forma debió haber botado por lo menos medio litro de semen blanco y espeso, mis manos quedaron pringadas de ese liquido, lo acerqué instintivamente a mi cara y olí, no olía diferente que el de humano ese olor especial que me recuerda mucho el olor de almidón, me limpié mi manos con la paja que había en el suelo del cobertizo y con otro puñado de paja limpié el charquito de semen, que había caído al suelo. Bueno no hice nada más esa vez aunque me quedé tan caliente como un horno, sólo jalé al caballito ahora dócil como siempre al porche de la casa entre la lluvia y los relámpagos allí se quedó Ópalo, mientras yo entraba a mi casa empapada por fuera pero un horno por dentro, mi albornoz y mi piyama estaban empapados, me los saqué en mi dormitorio, hasta que quedé sólo con mis pantis, vaya sí que estaban húmedos mis pantis, también me los saqué, estaba de torcerlos y escurrirlos en un balde y no era la lluvia toda esa humedad era mi flujo, lo olí allí desnuda, mientras veía mi reflejo en el espejo del placard, la verdad es que yo mirándome, modestia aparte me veía muy bien. No es que fuera una top model, pero con treinta y dos, me conservaba perfectamente. Tenía un busto bonito, con una talla 85, tenía las piernas largas, esbeltas, con las inglés siempre bien depiladas a la cera para que el coño se viera perfectamente recortado, como a mí me gusta tenerlo. Mi calor volvió cuando el olor de mis pantis se difumino por toda la habitación, necesita acariciarme otra vez, mi mano derecha fue directa a frotar mi coño húmedo y pringoso, mientras que con la izquierda hacia rotar mis duros pezones entre el pulgar y el índice como me gusta acariciarme, ay cómo necesitaba gozar, pronto tuve que abrir mi conchita con una mano mientras que con los dedos de la otra acariciaba muy suave mi clítoris y labia, cómo me gusta llegar al orgasmo así, pero esta vez aun estando híper excitada no podía llegar al orgasmo, decidí entonces utilizar mi maniobra secreta sacaorgasmos, yaciendo sobre mi lado derecho con dos dedos húmedos de mi mano izquierda, los deslice acariciando desde el final de mis espalda por entre mis carnosas nalgas hasta topar mi culito, acariciarlo en círculos y luego desde atrás penetrar mi húmeda vagina con tres dedos mientras que por delante el índice de mi mano derecha se ensaña con mi clítoris, y al fin vino el orgasmo uno fuerte y sordo que me dejó casi desmayada pero con ganas de seguir , mientras me imaginaba siendo follada por mi pony tuve otros dos, tan fuertes como el primero, pero al imaginarme el enorme pene de mi caballito mi vagina quería sentir algo mejor que mis dedos adentro, quería meterme algo más grande, alcé mi vista desesperada, buscando algo que me recordara la forma de ese pene y en mi buró alcance a ver un pomo de desodorante , creo que normalmente me hubiese parecido una salvajada penetrarme con ese pomo pero en ese frenesí me pareció lo más apropiado, el frío frasco de vidrio con su tapa de plástico me causo un escalofrío cuando topó mi concha abierta y caliente, aun así seguí profundizándolo en mi cuerpo, lo sentía enorme cómo dividía mi carne y me causaba algo de dolor, pero mi cuerpo lo necesitaba y lo introduje casi hasta la base, ahora quería moverlo en mi interior y en mi desespero se me ocurrió que si pegaba mis nalgas a la pared en la cabecera de mi cama podía imaginarme como si mi caballito me estuviera follando y así lo hice pegando mis nalgas a la pared y moviéndome de atrás a hacia delante hacía que el pomito de desodorante entrara y saliera en mi vagina como entraría el pene de un macho potente en su hembra, no pasaron sino unos segundos cuando un orgasmo avasallador me conmovió toda, creo que hasta me desmayé del placer, cuando volví en mí, estaba allí cubierta de sudor y con el pomo de desodorante totalmente enterrado en mi vagina, no fue fácil sacarlo de allí apenas lo podía tirar de la base de lo empotrado que lo tenía, fui al baño a asearme y refrescarme un poco al regresar a mi habitación me sorprendió el pesado y fuerte olor con que había perfumado todo el aposento, ahora sólo quería descansar y me dormí enseguida. (continuará)