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Clase de internet a mi cuñada

La escultural cuñada de nuestro protagonista le pide que le inicie en el arte de la navegación. Pero no por la red, como en principio dijo, sino por los mares del sexo ya que es la única persona que puede darle la experiencia que le falta para poder conquistar al chico que le gusta. Soy un hombre casado hace pocos años. Mi mujer es muy guapa y tiene muy buen tipo. En la cama funcionamos muy bien. Aunque lo que os voy a contar no es sobre mi mujer. Un día se presentó mi cuñada en casa como algunas veces hacía con sus padres. Ella es algo menor que mi mujer y tiene 29 años. Mi cuñada es también muy guapa, morena, ojos oscuros, labios carnosos, un cuello elegante. Me encantan los cuellos, para besarlos, morderlos suavemente,... Su cuerpo quita el hipo. Cintura delgada con anchas caderas. Un pecho duro y firme. Fue mi mujer la que me hizo que me fijara un día cuando aún éramos novios al pasar su hermana: "qué envidia, va sin sujetador y sus tetas están apuntando hacia arriba como si no existiera gravedad". Su comentario me sorprendió y me di cuenta que bajo el jersey negro de cuello alto sus pechos temblaban al andar pero estaban como si llevara un wonderbra. El día que la vi en la playa con un bikini no pude por menos que tener una erección que tuve que bajar con el agua fría del Atlántico. Cuando llegaron a casa para recoger a mi mujer para ir de compras, ella dijo que necesitaba para su trabajo que le enseñara a navegar por Internet y que si a mí no me importaba quedarme y explicárselo, que se quedaba. Como soy un experto en informática, a nadie le extrañó. Tampoco había motivos para que nadie se extrañara. Nada más irse mi mujer con sus padres, encendí el ordenador preparándome para darle una breve introducción a este mundillo. Ella se acercó despacio como cohibida. Llevaba una minifalda negra, con una blusa de seda gris que dejaba ver su cuello de cisne. Me quedé algo parado al verla tan atractiva y sensual. "Mira cuñado, la verdad es que no necesito que me enseñes a navegar, aunque no tengo ni idea, pero es que tengo un problema... y me gustaría que me ayudaras...". Nunca habíamos hablado mucho y me sorprendió su petición. "Dime, ¿qué problema tienes?". "Mira cuñado, no sé si sabrás que nunca he salido con un chico (sí lo sabía ya que era muy exigente y siempre le sacaba falta a todos, además de ser un poco bastante estrecha), pero he conocido a un chico muy guapo que es algo mayor que yo." "Ah, pues muy bien, enhorabuena, pero no veo el problema, cuñada". "Es que no sé cómo empezar. Tengo casi 30 años y como no he salido con nadie aún, no sé ni cómo se besa, ni nada de nada, bueno, casi nada ya que por alguna peli sé de qué va, pero es que me da miedo perder la oportunidad de encontrar novio. Vamos, que no quiero que se crea que soy tonta ya que sé que él ha estado con otras mujeres y creo que tiene bastante experiencia". Perplejo me quedé mirándola. El ordenador encendido seguía esperando a que le diera OK al antivirus. Miraba al monito, la miraba a ella. "Mujer, tampoco te debes preocupar tanto. Eres joven y guapa. Tienes buen cuerpo,...(tragué saliva, la situación era incómoda o al menos inhabitual) y si él tiene experiencia seguro que sabrá enseñarte". "No es eso, no. Lo que quiero decirte es que quiero parecer que soy una mujer decidida, que soy una mujer de mundo por que es lo que le ha gustado de mi. Si me ve que soy aún virgen y que no sé ni besar se irá, lo sé, se irá. Y no tengo más oportunidades." "Pero bueno, ¿qué quieres de mí?, una charla de ordenadores o de sexo?" "Mira cuñado, que el que parece tonto eres tú. Lo que quiero que mientras tu mujer que es mi hermana está fuera, me inicies en el sexo." La última palabra resonó en la habitación provocando un silencio eléctrico, tenso. Mi adrenalina se disparó de golpe. La sangre se me subió a la cabeza, sintiendo el corazón golpear mi pecho con fuerza. Con voz grave (aunque noté que me salía algo temblorosa) le dije :"Y ¿por qué precisamente yo?, soy el marido de tu hermana." (Algunas veces los hombres decimos las cosas más tontas en el momento más inoportuno ¿verdad?). "Ya lo sé que eres mi cuñado, pero es que mi hermana me ha hablado a veces de lo bueno que eres en la cama, de lo delicado que fuiste la noche de boda,... en fin, que creo que no le contarás a nadie lo que quiero y por tanto me fío de ti." Despacio me levanté, acercándome a ese hermoso cuerpo. Ella retrocedió aunque se detuvo. "Mira, no quiero que me lo enseñes todo hoy, ya que igual vienen dentro de un rato y nos pillan. Y por favor, se delicado ya que tengo miedo. ". Suavemente pasé mi brazo por su cintura acercando su pecho al mío. Su respiración agitada, sus labios abiertos, su pelo cayendo por encima de sus hombros, su mano posada en mi pecho... Dejé pasar un momento para aspirar su perfume, sentir su cuerpo tembloroso,... Aparté con la otra mano el pelo dejando su cuello libre. Acerqué mis labios rozando su piel desde la base de los hombros, ascendiendo hacia su oreja. Noté como su cuerpo reaccionó como si una descarga eléctrica la hubiera sacudido. Su mano apretó mi pecho, inclinando la cabeza hacia un lado, facilitando mi labor. Suavemente rocé con la punta de la lengua el lóbulo de su oreja provocando un suspiro en ella. Bajé con besos por ese dulce cuello. Volví la cara mirándola de frente. Su mirada encendida me invitaba a seguir. Besé su mejilla como un hermano, acercándome a sus labios. Por la comisura me paré, y ella girando su cabeza apretó sus labios contra los míos. Besaba como una colegiala. La dejé hacer hasta que abrió la boca, permitiendo que mi lengua entrase buscando la suya. Sorprendida retiró la cabeza, pero entendió que se tenía que dejar llevar. Volví a besarla con los labios, introduciendo mi lengua en su boca. Ella reaccionó jugueteando con la suya. Aprendía rápido. El beso aumentó en intensidad, sus brazos apretaban mis hombros, clavando sus uñas. Su respiración jadeante me indicaba que esto iba a llegar a mayores. Dejé mi mano derecha subir por su cintura, acercándola por abajo a su pecho. Ella dejó sus labios apretados contra los míos esperando mis movimientos. Noté el dibujo de su sujetador. Seguí subiendo rozando con mi dedo pulgar su pezón que se marcaba, erguido, duro. Me devolvió los besos en el cuello dejándose hacer. Para entonces, yo tenía ya una erección que se apretaba contra su vientre. Tomé todo su pecho con la mano con suavidad, acariciándolo por encima de su blusa. Un temblor la recorrió de arriba a abajo. Su cadera se apretó con fuerza contra mi miembro. Echó la cabeza hacia atrás con los ojos en blanco, gimiendo. No me lo podía creer. Con estos preliminares y ya estaba teniendo un orgasmo. No lo dudé ni un momento. Desabroché los botones de su blusa sin que nuestras caderas dejaran de rozarse. Mis labios se abrieron paso por su escote, quitándole una de las copas del sujetador con los dientes, dejando libre el pezón rosado oscuro. Mi lengua se abalanzó envolviendo de saliva su pecho mientras que ella gemía de manera salvaje, como una gatita en celo. Esto era una locura. Ahí estaba yo, morreando con mi cuñada mientras que el ordenador dejaba ver correr el antivirus y mi mujer a punto de volver. Pero ya me daba igual. Sin quitarle la blusa, liberé el sujetador, dejando sus pechos al aire. Con la mano izquierda masajeaba su pecho mientras que con la lengua succionaba su duro pezón que creció aún más. Ella pasaba sus manos por mi espalda, por mi nuca diciendo:"...sigue, no te pares, sigue, esto es maravilloso, no sé lo que me pasa, pero no me puedo controlar, sigue cuñado, sigue...". Cambié de pezón y aproveché para deslizar mis dos manos hacia su trasero. Lo apreté con fuerza comprobando que también lo tenía duro. Subí el borde de la falda, dejando pasar mis manos por sus piernas. Deslicé una mano en medio, acariciando el interior de sus muslos prietos y largos. Sin prisa. No la tenía. Mi lengua pasaba de sus grandes pechos (tal como me los había imaginado, separada la base de su pecho, desafiando la gravedad, sin que un lápiz pudiera ser sostenido por ellos, como si tuviera 18 años) a sus labios. Nos mordíamos con locura. Mis manos iban de su culo a sus muslos, ascendiendo y bajando sin llegar a sus braguitas. Ese movimiento le generaba una ansiedad, una sensación de deseo que le provocó un nuevo temblor de arriba a abajo, apretando su cuerpo con fuerza contra el mío. Mi erección ya no podía más. Estaba a punto de reventar y ella había tenido dos orgasmos. Su cuerpo se quedó relajado, sus brazos se dejaron caer a sus costados y una sonrisa se abrió paso mirándome con ojos de niña mala. "Qué maravilla, qué bien me siento, como si hubiera dormido cien años. Como si fuera otra vez niña. Llevaba razón mi hermanita. Pero creo que hace falta que yo haga algo por ti hoy ya que ese enorme bulto tendrá que dolerte, ¿verdad?, pero me tendrás que explicar qué hacer". "De momento sácala que me duele de estar apretada dentro de mis vaqueros. Después acaríciala con las manos, sintiéndola. Y cuando lo creas debes metértela en la boca como si fuera un rico helado". "Te recuerdo que he visto alguna peli porno cuñadito". Me desabrochó la cremallera introduciendo su mano en mi pantalón. El tamaño de mi pene impedía que una primeriza pudiera sacarla con facilidad. Así que me la saqué yo. Ella abrió los ojos como platos: "vaya, mi hermana nunca me dijo que la tenías tan grande y sobre todo tan gorda...". Agarró con cuidado mi pene, pasando sus manos por encima de él. Rodeándolo con sus dedos. Apretó ligeramente sin dejar de fijarse con detalle en mis reacciones. Cerré los ojos, reclinándome contra la pared. Empezó a subir y a bajar la mano dejando asomar entero el capullo. Acercó sus labios y besó la base subiendo hasta llegar al glande. Sacó la lengua recorriendo cada milímetro. Yo estaba a cien, las venas estaban a punto de estallar. Se introdujo mi miembro en su boca, mirándome desde abajo. Me mordí el labio. Arrodillada empezó a chupar recorriendo con sus labios carnosos mi pene. Solamente introducía la punta así que con una mano apreté su cabeza para que se la introdujera entera. "No me cabe entera, la tienes gordísima,...". "Tú sigue, no te pares, lo estás haciendo muy bien, pero sigueeee,...". El vaivén de su boca sobre mi polla lubricada con la saliva aumentó de ritmo. Me fijé cómo con una mano se pellizcaba un pezón con fuerza, apretándolo, estirándolo,...deslizando su mano hacia su entrepierna perdiéndose debajo de su falda. Cerrando los ojos el movimiento de su mano aumentó el ritmo. Notaba cómo se masturbaba mientras que me la estaba chupando. No pude aguantar más. Mi semen estalló dentro de su boca que no se esperaba ese liquido. Retirando la cara, sin parar de masturbarse, tragando casi ahogada, recibió una descarga en su cara. Ella estaba como loca de pasión y sin pensárselo dos veces se volvió a meter toda mi polla en su boca mientras que metía sus dedos en la mía para que saborease sus flujos vaginales. Se tragó hasta la última gota de mi leche y yo lamí todos sus dedos sorprendido por el dulce sabor. Me dejé caer al suelo, deslizándome por la pared, quedando enfrente de ella. Los dos jadeábamos, estábamos sofocados, la habitación olía a sexo. Acercando sus labios a los míos compartimos el sabor del semen de su boca, lamí de su rostro mi propia leche. "Gracias cuñado, esto ha estado fantástico. Nunca me había sentido tan viva, tan...tan mujer. Pero aún me falta mucho que aprender y mi hermana está a punto de llegar así que vamos a arreglarnos y al menos me enseñas algo de lo de Internet. Tenemos que quedar otro día para que me sigas enseñando ¿vale?", dijo con una pícara sonrisa haciéndome un guiño. Claro que valía, y lo que quisiera, pero eso ya será otra historia, que la hubo y no veáis cómo. Nos arreglamos, nos refrescamos con agua, abrimos la ventana para que se aireara la habitación y nos sentamos juntos como alumna y profesor pinchando en el icono del módem para enseñarla a navegar. Cuando mi mujer entró solamente vio a su marido y a su hermana delante del monitor. "Hermanita, habrás aprovechado el tiempo mientras que yo compraba, que un experto como él no se encuentra todos los días". Los dos dimos un salto en el asiento y nos quedamos asustados mirándola por sus palabras. "Oye ¿qué os pasa? no me digas que os he asustado. Sí que ha tenido que ser intensa la clase de Internet para que estuviérais tan concentrados." Nos echamos a reír todos, despidiéndome de mi cuñada hasta la próxima clase de Internet. Y así me despido de vosotros preparando la próxima entrega que espero pueda leer mi alumna preferida por sí sola en estas páginas.