Una maldición nunca había hecho disfrutar tanto a una familia
Papi!- dije abrazándolo. Mi padre; Guillermo había llamado hace apenas quince minutos diciendo que venía un día antes. El era un hombre fornido, cabello castaño, de aproximadamente 40 años. Había llegado sólo piloteando, claro, era el diputado del país.
-¡Hija! ¿Cómo has estado?
-Bien. Vamos adentro-Le tome la mano.
Sentí a mi padre tambalearse y se apoyó en el umbral de la puerta.
Papá? ¿Estas bien?
-Me siento mal, mi cabeza da vueltas- Lo agarre del brazo mientras se apoyaba en mi, lo recosté boca arriba en el sillón más grande de la sala.
Alfredo! ¡Alfredo!-grite preocupada. Mi guardaespaldas bajo rápidamente
-Guillermo esta enfermo, ve a la capital de estado más cercana y trae a un médico. Llévate el helicóptero
-Si señorita
-Apresurate- Alfredo salió rápidamente y oí el despegar el aparato. Voltee a ver a mi padre y note que había cerrado los ojos. Lo sacudí-¡Papá! ¡Despierta!- Mis ojos se llenaron de lágrimas. Comprobé sus signos vitales, estaba desmayado. Me puse sobre el y lo abrace recostando mi cabeza en su pecho, cerré los ojos, así pasaron otros 2 minutos. Me estaba quedando dormida, la noche anterior casi no había dormido y las lágrimas lo empeoraron, estaba a punto de caer en la inconsciencia cuando siento una mano apretando mi seno, abrí de rayo los ojos y mire a mi Padre, el estaba viéndome con una sonrisa maliciosa. Me erguí aún sentada sobre su cadera-¿Papá?-
Ángela-se irguió y me abrazo. Ángela era mi madre, a lo mejor se estaba confundiendo. De repente me beso salvajemente, yo trate de apartarme pero me tenía bajo su agarre.
Papá? ¿Qué haces? ¡Papá! ¡Sueltame!- Bajo su mano y comenzó a acariciar mi trasero.
Ángela, te he extrañado. Me has dejado, pero ahora recuperaremos el tiempo perdido-
Guillermo, soy yo tu hija. Mi mamá murió hace años-
Ángela-susurro en mi oreja, lo empuje con mis manos, pero me mantenía agarrada en un abrazo. Lo golpee en un brazo.
-Oh, An, así que quieres jugar- Me beso fogosamente y me metió la mano bajo la blusa. Grite por ayuda, pero la casa estaba vacía y los habitantes muy lejos para oír y además no se atreverían a entrar. Sus besos eran rudos y desesperados, me metía la lengua explorando mi boca, su boca sabía a menta por las Halls que frecuentemente comía. Su mano subía y bajaba en mi abdomen, luego fue subiendo su mano y me acaricio el pezón que se asomaba de mi sujetador. Se me escapo un gemido de mi boca, el siguió acariciando hasta que mi pezón se irguió. Me volteo y yo quede tendida en el sillón con mi padre encima de mi, sentí como su erección crecía y se me clavaba.
-No vamos a necesitar esto- con sus manos arranco a tirones mi blusa y bajo mi pantalón. Me había quedado en ropa interior, me sonroje. Ya había dejado de intentar escapar, era imposible y ya me había cansado, mi garganta estaba seca. Me apretó los pechos sobre el sostén, y luego también lo arranco. Me quede sin aire y me volví a poner roja, trate de volver a luchar pero sin muchas fuerzas. Acercó su cara y respiro entre mis pechos, sentí el aire contra mi piel.
-Ah, son como los recordaba sólo que están mucho más grandes y esponjosos ¿Qué les hiciste?- Guillermo ya te lo dije y te lo vuelvo a repetir soy yo, tu hijastra, tu hija y mi mamá ya murió, acéptalo. Eh ¡Reacciona!-
Presiono sus pulgares contra mis pezones y los comenzó a mover en círculos, mientras que besaba y lamía mi cuello. Trate de reprimir los impulsos que generaba el toque. Fue bajando su boca hasta mis pechos, los lamió todos y luego succiono mi pezón, este se endureció, su otra mano descendía cada vez más y se me corto el aliento cuando llego a mi feminidad, toco mi clítoris y yo salte. Comenzó a mover su dedo en círculos, yo gemí, luego paso otro dedo por mi entrada
-Estas tan mojada-dijo llevándose el dedo a la boca y dejando mi parte íntima-Tengo una idea-sonrió maliciosamente. Se desabrocho la corbata y con ella amarro mis manos al descansa brazos del sillón. Se acomodó incado entre mis piernas y luego levanto mi cadera hasta su cara, quedando mis muslos en sus hombros y mi interior frente a el. Con sus manos rompió la parte de abajo de mis bragas y lamió todo. Yo me mordí el labio, se sentía tan bien. El lamía mi clítoris y yo soltaba gemidos, gruñí cuando dejo de hacerlo y bajo mis piernas. Las abrió, posiciono su miembro en mi entrada y yo sabía lo que venía.
-Guillermo, déjame, no lo hagas, soy virgen-
Ignoro mis palabras y lo metió todo rápido de un golpe. Yo grite fuerte, un dolor desgarrante surgió ahí. Sentí las lagrimas bajar por mi mejilla. Lo saco y lo volvió a meter con lentitud.
Papá! Eso...duele...-comenzó a moverse más rápido y un placer sustituyo al dolor.
Oh...papá...no...ah...sigue...más...rápido-le pedí con voz ronca. Me había violado mi propio padre pero se sentía tan bien. Sentía su longitud dentro de mi, llenandome, fundiendose conmigo. Fue aumentando la velocidad y mantuvo las embestidas a un ritmo constante, con su dedo acariciaba mi clítoris. Y yo gemía sin control, era mi padre pero eso ya no importaba ahora. Pase mis piernas alrededor de sus caderas, el gruñía mientras se enterraba. Y soltábamos pequeños gritos que fueron subiendo de tono poco a poco. Fue aumentando de velocidad y se vacío en mi mientras los dos llegamos al orgasmo. Cayo sobre mi y se desmayó de nuevo
Me tomo cierto tiempo deshacerme del nudo de la corbata, luego volví a vestir a mi padre, y yo fui a mi habitación a cambiarme de ropa.
Cuando regrese el seguía dormido, le sentí la frente y descubrí que estaba muy caliente, le tuve que poner un trapo de agua fría en la frente.
Más tarde llego Alfredo y el doctor, le conté lo de las alucinaciones de mi padre pero omitiendo el sexo. Me dijo que era por estrés, me dejo unas pastillas y le recomendó descansar una semana. Y como no era bueno que se subiera a un avión se tendría que quedar aquí.