La pastillita

Una secretaria que piensa estar embarazada de su novio confía en un encargado para tomar un medicamento que solucione sus problemas. Pero él sólo piensa en acostarse con ella como sea. Cuando trabajaba en una oficina de una imprenta, yo era el encargado del Dpto. de Computación. Tenía una secretaria de nombre Lili, que tenía en esa época, hace unos 10 años atrás, 19 años de edad y yo 28 años. Era una hermosa chica de pelo negro largo y enrulados, de piel blanca, con unas nalgas redondas y bien levantadas y con unos grandes pechos un poco más de lo normal. En síntesis, una muñeca, y que hacía suspirar a todos los compañeros incluyéndome a mí. La cosa estaba en que ella tenía novio y los padres de ella no le aceptaban porque tenía un hijo con otra mujer. Él tenía la misma edad de ella. Ella siempre me comentaba su situación por la que atravesaba y yo aprovechaba para preguntarle cosas más íntimas de ella, como por ejemplo si tenía relación sexual con su novio o si cuales eran sus zonas más erógenas, etc., a lo que me los contaba sin dudar y con mucha confianza. Tal es así que esa confianza le dio valor para comentarme que en la noche anterior tuvo sexo con su novio en fecha peligrosa y que temía quedar embarazada, por lo que me preguntó si yo conocía algo o alguien que le pudiera ayudar. Mi mente maquinó miles de cosas, pues yo veía en esta la oportunidad de aprovecharme de la situación y echarle un polvo a como sea, porque la verdad que hacía tiempo que me tenía recaliente. Le dije: mirá yo conozco a una obstetra que vive cerca de mi casa, por qué no nos vamos a la salida junto a ella para que pueda ayudarte. En un principio ella aceptó, pero luego a la salida, me dijo que su novio pasaría a buscarla y que no podría acompañarme y que me vaya yo a preguntarle la posible solución. Eso hice, me fui al consultorio y me atendió la hija de la Doctora, que es muy amiga mía, y ella me dijo que debía tomar una pastillita a la que ella llamaba "El día después", ésta la conseguiría en cualquier farmacia y me dio el nombre. Al día siguiente, ya en la oficina y cuando tuve la oportunidad, le pregunté si cómo se sentía porque no la veía del todo bien. Me dijo que no pasó bien la noche debido a la preocupación que le envolvía y que su novio le dijo que tomara unos remedios yuyos el cual no le cayeron del todo bien. Unas horas después ella ya estaba realmente mal, lloraba, no se concentraba en su trabajo y se volvió realmente insostenible. Le dije que la llevaría al médico y me dijo que ya se le va pasar. Entonces le sugerí que se vaya para su casa, a lo que me contestó que si iba para su casa su madre se daría cuenta de su situación y tal cosa no le gustaba para nada. Al oír esto, le propuse que vaya a mi casa, allí le recibiría mi madre y que podría quedarse a descansar hasta la hora de entrada de la tarde y como yo voy a almorzar allí, vendríamos juntos. Ella aceptó y se fue para mi casa luego de darle la dirección. Llamé a mi madre por teléfono avisándola y que la haga descansar hasta que me vaya. Al mediodía, cuando me fui a casa, la encontré mucho más calmada y bien relajada; almorzamos con toda mi familia y como nos quedaban todavía 3 horas para entrar en el trabajo le dije que debíamos de hablar sobre su tema. La llevé a la sala y allí le dije: anoche la doctora me aconsejó que te comprara unas pastillitas de los cuales 2 de ellas debes de colocarte inmediatamente en tu vagina y otra en la noche a fin de que te ayude; ella asintió con la cabeza y me preguntó: ¿cómo lo hago?, aquí en tu casa no lo voy a poder hacer. Es verdad, le dije, porque la condición es que tu tienes que estar bien lubricada para que la pastillita se pueda meter con facilidad y que se derrita adentro lo más rápido posible. Pero ¿dónde?, replicó. A lo que le contesté: yo conozco un lugar aquí cerca donde podemos irnos. Bien, dijo ella, vayámonos ya nomás. Así nos pusimos en camino. Durante el trayecto yo estaba temblando de nerviosismo, la idea de estar con ella a solas me entusiasmaba y me excitaba aceleradamente. Al llegar al lugar (un reservado, por supuesto) la hice pasar y cerré la puerta, me miró y me dijo: no pensé que me traerías aquí. Solamente me sonreí y le dije que se tranquilizará que no le haría nada malo ni nada en contra de su voluntad. La veía bastante nerviosa y esas palabras le dieron más confianza y tranquilidad. Bueno, empecemos, le dije, acuéstate ahora y trata de pensar en algo erótico para que te puedas mojar allí abajo. Se acostó en la cama boca para arriba con la ropa puesta y yo me senté en el borde de la misma, la miraba de vez en cuando esperando alguna reacción de parte de ella o al menos que me diga algo. Después de unos minutos ella habló: no puedo concentrarme, me es difícil hacerlo sola, creo que no lo lograré. Vamos, cálmate y trata de concentrarte mejor, para esto debes estar completamente relajada, le dije. Mientras, yo sentía que mi pija se agrandaba dentro de mi calzoncillo. No puedo, volvió a decirme. Entonces voy a ayudarte, le susurré en el oído. Me miró y lanzó una sonrisa medio forzada. Me acosté al lado de ella y le pregunté "¿en qué parte de tu cuerpo te excita más?; "en el pecho...", me aclaró. Sin dudar, la empecé a sobar su enormes y hermosas tetas por encima de la tricota. ¿Te gusta?, le pregunté. No me dijo nada, tenía los ojos cerrados y se la veía muy concentrada en las caricias que le daba. Al rato metí mi mano bajo su polera y le agarré de su pecho por encima de su brazier. Todo esto lo hacía con mi mano derecha. Mientras que con la otra mano empezaba a levantarle toda la ropa por encima de la cabeza. Vamos a ver que tienes aquí, le dije, mientras ya le iba desprendiendo el portasenos. Allí nomás, apareció ante mí esos hermosos pechos de color blanquito y con unos pezones rosaditos y con la puntita bien paradita, evidenciando el arduo trabajo que ya le había dado su novio y que eran el motivo de varios sueños húmedos que tuve desde que la conocí. Sin dudar un segundo, me abalancé sobre ellos, quería comérselos todo de un solo bocado, le chupaba con furia, porque sabía que era la única y la última que tendría para hacerlo. Ella empezó a suspirar, jadeaba y me decía: "siiii, así me gusta, chupame todo, los dos, por favor, los dos. No pares. Ya sabés que esta es la parte que más me calienta. Seguí". Mientras le chupaba, también le apretaba los 2 mamones con las manos y era de no creer, no cabían en mis manos. Luego empecé a bajar mis manos buscando su entrepiernas. Primero, le agarré de sus muslos y como tenía puestas las medías, le empecé a levantar la pollerita, hasta alcanzar su entrepierna, allí donde se juntan sus muslos. Entonces ella me detuvo y me dijo, "espera que voy a sacarte la ropa", y comenzó con mi camisa, besándome por todo el pecho mientras lo hacía. Al rato la volteé, le bajé el cierre de la pollerita y acto seguido se la saqué por completo incluyendo las medias. Ella seguía tendida en la cama boca arriba, me miraba con lujuria presagiando lo que iba a pasar, lo inevitable. Me miró y me dijo: "Acordate que solamente la pastillita me tenés que introducir", "por supuesto", le contesté. "Ahora debemos asegurar que te pongas bien caliente para meterte lo más profundo posible", añadí. Cerró nuevamente los ojos entregándose por completo a mis deseosas manos, ávidas de masajear aquel manjar delicioso que estaba tendido delante de mí. Me lancé de nuevo contra sus pechos, la mordisqueaba y ella se revolcaba de un lado para otro. Ya no lo soportaba y parecía que enloquecía, me agarró de la cabeza y, estirándome del cabello me apretó contra su cuerpo con una fuerza impresionante. Fue en ese momento que le pregunté: "¿y a ti que gusta hacerle a tu pareja?". Me separó y me levantó la cabeza, me miró a los ojos y me dijo "ahora lo sabrás y verás lo mucho que te gustará". Me agarró del cinturón del pantalón y lo desprendió lentamente, luego me bajó el cierre y metió su mano dentro de mi anatómico. Me apretó mi pija de una forma suave. Esta ya estaba por reventar. La detuve y me desnudé por completo. Ella me pidió: "acuéstate en posición 69. Así lo hice e introduje mi cara entre sus piernas y comencé a pasar mi lengua por sus labios vaginales. Mientras sentía como me succionaba el glande de mi pija. ¡¡¡Aaah!!!, esos labios eran calentitos, su lengua jugueteaba con la cabeza de mi mástil. Era sabroso. Pero yo trataba de no distraerme tanto y le metía mi lengua en su vagina, que dicho sea de paso ya estaba híper mojada. De la forma que se movía y por los balbuceos que lanzaba me di cuenta que ella ya había conseguido más de un orgasmo. Yo tenía la cara todo empavonado con sus jugos. Después de estar así, metiéndole el dedo hasta en el culo y al cabo de unos minutos ya sentía que acabaría en su boca. Ambos nos detuvimos en el mismo instante y me dijo: "ya es el momento de introducirme la pastillita". Me arrodillé en la cama y le abrí las piernas, me coloqué en el medio y suavemente le metí dos dedos en su concha y luego otro más. Ella se retorcía de placer y me preguntó: "¿ya está?". Le dije: "cálmate, hay que hacerlo despacito y con buena letra, no te apures". Agarré la supuesta pastillita, que no era otra cosa que una aspirina, se la metí y la volví a sacar. Le miré a sus ojos y le dije: "¡¡¡ya está!!!, bueno, la primera ya está colocada y para asegurar de que se vaya bien al fondo, voy a tener que empujarlo con mi pija, porque mis dedos son muy cortos". Le levanté un poco las caderas y le metí mi pija con todo. Como estaba bien lubricada su concha, entró hasta el fondo. Me acosté encima de ella y le besaba en la boca y luego en los pechos, mientras continuaba con el frenético mete y saca. Al sentir que me venía saqué rápidamente mi pija le apunté directamente a la cara, saliéndose unos chorros bien largos por sus ojos, su nariz, sus labios y sus pechos, al mismo tiempo que ella jadeaba de placer ayudándose con sus dedos y evidenciando uno de sus mejores orgasmos, según me lo hizo saber. Se levantó ella y me limpió con su boca y su lengua, chupando y tragando todos los restitos de semen que tenía. Luego descansamos un poco, mientras ella me seguía sobando la pija. Tanta maravilla al lado mío me produjo otra levantada instantánea y allí estaba firme nuevamente mientras nos besábamos brutalmente. "Ahora, nos vamos por la segunda pastillita", le dije. Se sonrío y al mirarme me susurró: "pero comencemos de cero, ok?". Asentí con la cabeza y nuevamente le masajeé las tetas y le chupaba sus pezones. Descendí hasta su vello púbico y le abrí las piernas, procediendo luego a jugar con mi lengua su clítoris, lamiendo toda su vulva, entreabrí sus labios vaginales con ambas manos y metí dos dedos dentro de su concha que ya la tenía remojada nuevamente. Al sacar mis dedos se lo metí en el culo, que era mi destino en este instante, y al no escuchar queja alguna, ya estaba seguro que mi pija pasaría por ese agujerito marrón. Ella pasó a sentarse en la cama y me recostó boca para arriba, se subió encima de mí y primero empezó por sobarme la pija con la mano. Luego se fue introduciendo lentamente en la boca dándome una chupada de la san. Era magnífica. Todo lo que me hacía era espectacular. Con razón el cornudo (ahora) de su novio era receloso. Y como yo sabía que esta era la única vez que la emputecería, no perdí ni un minuto más de tiempo y procedí a hacerla sentar sobre mi pija. Ella empezó a cabalgar y yo le agarraba de su pecho, apretándola y dándole pequeños pinchazos en las puntitas. Al ratito nomás, le detuve y le hice acostar boca para bajo, le levanté las nalgas y le puse en la posición perrito. Le empecé a lengüetear su preciado culito, siendo ésta el beso negro más rico que haya dado. Ensalivé mis dedos y le introduje uno suavemente en su ano y luego otro y al intentar meter el tercero se quejó un poco. Levantó su cabeza y me preguntó: "no me digas que la pastillita me lo vas a meter en el culo". "¡¡¡Nooo!!! Mi perrita", le dije, "primero voy a entubarte el culo con esto" Me fui metiendo primero la cabeza, a lo que escuchaba un ¡¡¡aaah!!! de parte de ella, era el famoso quejido melancólico que te hace saber que la quiere toda. Continué metiendo lentamente hasta el fondo y parece ser que el amigo ya fue visitado en esta parte. La hice acostar con la cosa dentro y estando sobre su espalda le calzaba en el culo cada vez con más ímpetu. Ella continuaba con su quejido de placer y me decía: "dale duro, más duro, que me vuelve loca". La besaba en la boca de esa posición y al chuparme los labios con fuerza sentí que le llegó otro orgasmo. Yo paraba y continuaba moviéndome furiosamente hasta que al fin le llené su intestino con mi leche que salía como una explosión de lujuria. Fue lo máximo. Estábamos sudados. Yo no me levantaba y me quedé en esa posición hasta el descanso total del pájaro jubiloso. Después de bajarme, me pregunta: "¿y la pastillita? ¿No me lo vas a poner?. Te voy a decir algo, le contesté, lo de la pastillita es puro bola. Mirá, fíjate que es solamente aspirina y yo te lo metí y lo saqué nuevamente. La verdad es que hace tiempo que quería hacer esto contigo y no sabía cómo, así que inventé lo de la pastilla. Me miró y me dijo: "eres un imbécil, yo que confié en vos y haces esto. No te voy a perdonar nunca". Fue así que nos aseamos y nos vestimos para venir al trabajo. Llegamos sin decirnos una sola palabra. Estuvimos sin hablarnos durante una semana y al poco tiempo renunció y ya no nos volvimos a ver. Espero que les haya gustado.