Vida conyugal
Él se arrepentía de no haber sabido como retenerla a su lado. Siempre ha sido bastante egoísta en esto de los sentimientos. Pero la verdad es que envidiaba a su marido por tenerla. Por fin y después de pensarlo durante varios días me decido a explicaros esta historia tan real como la vida misma. Quizás la redacción de este relato no sea la mejor, pero escribir no es mi fuerte, así que intentaré hacerlo lo mejor posible. He cambiado todos los nombres para mantener un total anonimato de todos los implicados.
Me llamo "Lidia" y soy médico en Barcelona (España). Estoy casada con el jefe, a escala nacional, del departamento jurídico de una Multinacional extranjera. Tras muchos esfuerzos y aunque jóvenes, yo tengo 35 años y mi marido 37, la vida nos ha sonreído en el campo laboral. Junto con tres médicos más y otra doctora, formamos un equipo médico de reconocida reputación en nuestra ciudad y en toda España. Nuestra relación laboral es muy buena. Nos combinamos el trabajo, para poder disfrutar, todos, de nuestra vida privada, ya que la nuestra es una profesión que te absorbe la mayoría de las horas del día (y de la noche).
Como cada año, antes de iniciar las vacaciones estivales, solemos salir a cenar y dejar preparado el turno de las guardias en los consultorios. Ese día acabamos la última operación sobre las 18h. y tras ducharme y vestirme, me dirigí hacia mi domicilio a arreglarme para la cena con mis compañeros. A las 20,30h. llegó mi marido de su trabajo, y me ayudó a dejar a los niños en la cama. Le comenté que no me esperara despierto, pues aunque no solemos demorar mucho las cenas, sabía que al día siguiente tenía que irse de viaje a una de las sucursales de su empresa en el extranjero, y su vuelo salía a las 6,30h. Salí de casa, paré un taxi, y me fui al restaurante donde habíamos quedado. Llegué con 15 min. de antelación así que opté por sentarme en la barra y tomar una copa de cava (champagne), mientras esperaba al resto de mis compañeros. Inmediatamente llegó "Carlos". Se sentó a mi lado y pidió otra copa de cava. Lucía, como siempre, un traje de Armany, pero este era nuevo y le favorecía muchísimo. Carlos es un médico joven (40 años) y un gran futuro reconocido en nuestro mundillo. Aunque lo conozco desde el primer curso de la facultad y habíamos temido varias aventurillas (nada serio), antes de conocer y casarme con mi marido, esa noche lo encontré guapísimo. Él es un hombre deportista, 1,80m. de altura, piel morena por el sol, ojos negros, y un cuerpo esculpido en gimnasio y navegando en su velero. Sin llegar a ser un Adonis, tiene mucho éxito entre las mujeres. Yo (perdonar por no haberlo hecho antes), soy rubia, ojos azul claro, 1,70m. de altura, 65 Kg., grandes pechos (gasto una 105 de sujetador), y un culo gran de pero apretado que intento reducir desde el último parto, hace ya seis meses. Hasta antes de casarme, no me habían faltado los hombres, pero tras mi boda, y los niños, mi vida nocturna quedó limitada a salir con mi esposo e hijos, cuando nuestros trabajos nos lo permiten, o quedarme en casa viendo la tele y descansando.
Aparecieron el resto de nuestros compañeros al poco rato, y nos sentamos en la mesa que teníamos reservada. Era una mesa redonda con un gran faldón que llagaba casi hasta el suelo. La cena transcurrió sin nada importante que contar, hablando de trabajo y bebiendo, eso sí, varias botellas de vino. En los postres, algo me llamó la atención. "Carla y "Mario" (otros dos doctores del equipo), tenían cada uno, una mano bajo la mesa muy disimuladamente. Aunque sabíamos que entre ellos había algo, no nos lo habían confirmado nunca. Con disimulo, dejé caer la servilleta al suelo. Me incliné a recogerla, y con disimulo, levanté el faldón que cubría la mesa. Lo que vi me dejó impresionada. Carla sin bragas, las piernas separadas y la mano de Mario acariciándole la entrepierna. Me incorporé rápidamente, sin poder ver donde tenía la mano Carla. Mi cara debió reflejar mi sorpresa, pues Carlos se acercó a mi oído y dijo:
-No me digas que hasta ahora no habías notado nada?
-Nooo -le contesté con cara de sorpresa.
-Llevan toda la cena con toqueteos y metedura de mano, en plan muy elegante, eso sí.
Esta vez sin pretenderlo se me cayó un tenedor al suelo y aproveché para mirar otra vez por debajo de la mesa. La mano de Carla estaba metida por la bragueta de Mario, y desaparecía en su interior. Mientras hablaban entre ellos y con "Joan" se acariciaban sin reparo ni pudor sus zonas erógenas, sin levantar las sospechas de Joan, que hablaba en un tono algo subido debido al alcohol ingerido durante la cena y las copas en el postre. Me levanté y me dirigí a los aseos. Noté que el alcohol se me empezaba a subir a la cabeza y me tuve que sentar otra vez. Entre el alcohol el cansancio, y lo visto anteriormente, mi cabeza empezó a dar vueltas. Nadie se dio cuenta, excepto Carlos, que no hablaba con nadie. Se ofreció a acompañarme a la calle para que me diera el aire. Al salir noté una bofetada de calor, que lejos de reanimarme, me dejó mucho peor. Para que no me cayera Carlos me agarró por la cintura y me apretó contra él.
-Ya estoy mejor -le dije poco después-
-Segura?
-Sí, gracias. Por cierto. Llevas el teléfono en el bolsillo del pantalón
-No., Porqué?
-Noto algo duro que se aprieta contra mí desde hace rato -le dije sin reparos y sin saber muy bien lo que decía-
-Lo siento, pero entre el espectáculo durante la cena, el vino, y sentir tu cuerpo pegado al mío, me ha venido a la memoria recuerdos de nuestras noches locas.
-Vaya vaya, veo que te alegra recordarlo
-Pienso en esa etapa de mi vida muchas veces, y me arrepiento de no haber sabido como retenerte a mi lado. Siempre he sido bastante egoísta en esto de los sentimientos. Pero la verdad es que envidio a tu marido por tenerte.
Nos separamos y volvimos a entrar en el restaurante. La conversación estaba muy animada, comentando los planes que tenían para estas vacaciones. Sobre la 1 de la mañana Mario propuso ir a tomar la última copa a su casa. Todos aceptamos excepto Joan que iba bastante bebido y no quería seguir haciéndolo. Llegamos a su casa y nos sentamos en el gran sillón del salón. Mario puso música y sirvió unas copas. Tras acabar las copas me levanté para irme y Mario me retuvo con la excusa de explicarme lo de Carla y él. Me volví a sentar y me sirvió otra copa. Al acabar de explicarmelo se levantó y fue a la cocina a buscar algo para acompañar a la bebida. Carla lo siguió con la excusa de ayudarle. Aproveche para ir al aseo. Me demoré algo más de la cuenta, refrescándome y retocándome el maquillaje. Al salir y pasar por delante de la cocina un ruido llamó mi atención. La escena que vi me dejó helada unos segundos. Carla de rodillas chupaba la polla de Mario. Él con un plato en la mano y acariciándole un pecho gemía de placer. Carla se acariciaba el coño y se metía dos dedos por su agujero. Mario dejo el plato y cogió la cabeza de Carla para ponerla en pié. Con delicadeza la estiró sobre la mesa de la cocina y le separó las piernas. Metió su cabeza entre ellas y comenzó a lamerle el coño. Carla le cogía la cabeza y la apretaba contra su coñito. Los gemidos de ella eran cada vez más altos. Se apretaba las tetas y retorcía sus pezones, mientras Mario, sin dejar de comerle el coño, le metía dos dedos por su agujero. Mario volteó la mesa y le puso la polla a la altura de su boca. Ella sin pensárselo se la tragó entera mientras bajaba una mano hasta su clítoris para acariciarlo. Mario le retiró la mano y se agachó para meterse otra vez su coño en la boca. Carla gritaba de placer. La lengua de su amante le estaba haciendo llegar al orgasmo. Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh, gritó de placer cuando se corrió. Mario se separó y se colocó entre sus piernas apuntando con su polla el agujero dilatado y mojado de ella. Se la metió de un solo golpe, arrancando de ella un grito de placer.
Estaba como hipnotizada viendo la escena y sin darme cuenta mi mano se escurrió entre mis bragas y comenzó a masajearme el clítoris. Separé ligeramente las piernas y corrí las bragas hacia un lado para tener mejor acceso a mi almejita. Estaba apunto de correrme cuando noté que un dedo que no era mío acariciaba el agujero de mi culo. Sin poder parar de mirar la escena y con el dedo de Carlos entrando por mi culo me llegó un orgasmo fantástico. Al abrir los ojos, encontré a Carla y Mario que me miraban con una medio sonrisa en sus bocas. Solo yo permanecía aún vestida. Carlos se había desnudado antes de meterme el dedo en el culo mientras me observaba desde la puerta del salón. Por lo visto mi calentura me volvió poco precavida y no llegué a esconderme y pensando que Carlos estaba sentado en el salón, y me dejé llevar. Carlos me llevó al sillón y de pié frente a él me desnudó ante la atenta mirada de Mario y Carla. Tenía una erección realmente grande. Carlos está muy bien provisto de polla y aunque como había podido observar antes, la de Mario tampoco era pequeña, aunque nada que ver con la de Carlos. Desnuda, me arrodillé y metí todo el trozo de carne que me cabía en la boca. Su sabor me hizo calentarme aún más (si eso era posible). Lamía toda su polla, le comía los huevos, lamía su culo y con mis manos le acariciaba el pecho. Noté una lengua que quería chuparme el coño y como pude separé mis piernas. La cabeza entró entre mis piernas, y su lengua llegó a mi coño. Miré y vi a Carla comiéndome el coño mientras que Mario, de rodillas, y levantándole la cintura, se preparaba para metérsela toda. Carlos contemplaba maravillado la escena. Notando que la respiración se le hacía cada vez más rápida, ante la llegada de su orgasmo, saqué mi boca de su polla y me levanté. No quería que se corriese tan pronto y menos que lo hiciera sin haberme metido toda su polla en mi interior y me llenara de semen. Me sentó en el sillón y comenzó a comerme el coño. Nunca nadie más, me lo había comido tan bien. Mordisqueaba los labios mayores, lamía el clítoris, succionando de vez en cuando y produciéndome una descarga eléctrica que me erizaba el vello de todo mi cuerpo. Siguió lamiéndome y metiéndome sus dedos en mis dos agujeros durante bastante rato. Luego Carla se levantó y acercándose a mí, comenzó a lamerme los pezones. Carlos se estiró en el suelo y yo con cuidado empecé a meterme su polla. A medida que iba entrando, me sentía cada vez más llena. Totalmente distraída en mi goce y con la mente en blanco, no me percaté de las intenciones de Mario. Para cuando me di cuenta lo tenía tras de mí con su polla en la mano y apuntando a mi culo. Sin tiempo para reaccionar, me la fue clavando. Dioooooooooooos- grité al notar la quemazón que me producía el culo a medida que su polla entraba en mí. Carla me besó en la boca, metiéndome la lengua, y ahogando así mis gritos. AHHHHHHHHHH- me volví a correr. El dolor había desaparecido dando lugar a un placer indescriptible. Me sentía completamente llena y después de varias embestidas de Mario, Carlos se corrió en mi interior. Mario la sacó y se corrió sobre mi culo y espalda.
Agotados nos sentamos en el sillón. Pude ver la mancha que mis ardores habían dejado sobre la tapicería del sillón cuando Carlos me comía el coño. Le costaría limpiar esa mancha.
De golpe y mientras estabamos sentados algo pasó por mi cabeza.
QUE HAS HECHO? -pensé-
Me sentía sucia. Mi marido en casa cuidando los niños y yo follando con tres compañeros de trabajo. Además le había dado mi virginidad anal a otro que no era mi marido. Me levanté corriendo me vestí y cogí un taxi rumbo a mi casa.
CONTINUARÁ…..
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