Beatriz y sus veranos
Dos parejas, entre las que se encuentran prima y primo, están muy excitados en un establo, haciendo el amor. Una cosa lleva a la siguiente y, además de hacer intercambio de parejas, terminan por hacer que el caballo penetre a una de las chicas. que esos pocos centímetros se duplicaran en mi interior y ahora sí solté un fuerte aullido. Buscaba donde agarrarme donde sujetarme, aquel trozo enorme de falo en mi interior parecía que me iba a desgarrar, a partir. No sé cuanto entró pero todo mi ser se estremeció, los pelos eran pura carne de gallina, mis pezones parecían que querían salirse y un fuerte, fortísimo orgasmo me recorrió de pies a cabeza.
Mis jadeos y convulsiones eran prolongadas, aquello debió de excitar sobre manera a todos los presentes, Federico se dirigió con su pene en ristre hacia mi boca, Carlos se volvió a situar detrás de Paula y sin contemplación alguna enterró de una sola embestida su miembro en el ano de Paula su gemido fue también estremecedor. Y de la gruesa y larga manguera de Raudo comenzó a salir un fuerte e inagotable chorro de semen que inundó toda mi vagina y que salía a borbotones de su interior, aquello era el paroxismo del placer.
A mí la tierra me temblaba, mi prolongado orgasmo se convirtió en varios orgasmos más seguidos. Raudo se vaciaba en mi vagina, Federico en mi boca, Carlos llenaba los intestinos de Paula y ella gritaba y gemía mientras no dejaba de sujetar el grandioso vástago de Raudo que ya fuera de mí, aún continuaba manando semen. Aquello parecía la Tierra pero sin gravedad, todos flotábamos en una nebulosa de placer y satisfacción.
Cuando terminábamos exhaustos y sin fuerzas. Así como cuando ves el final de una película que te llena profundamente, comenzamos a aplaudir, y nos fundimos los cuatros en un cariñoso y fuerte abrazo.
Esta fue mi primera experiencia zoofílica, después vinieron otras, pero esta, nunca, nunca la podré olvidar.
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