Un fin de semana memorable
Un chica acude a la invitación de su tia en una granja a las afueras. Alli conocera a Bruno un curirioso perro con el que tendra encuentro zoofilicos ya los que se sumara su tia en el placer de gozar tanto de Bruno como de su sobrina. Para:
(Mary Carmen, mi hermosa inductora al dulce placer de la zoofilia ).
Pues sí, como te había anticipado, en cuanto pude, tomé mi auto para ir a la granja de mi tía. Mi nerviosismo ante la perspectiva de conocer lo desconocido, me hizo tirar un florero que yo estimaba mucho; era un regalo de una de mis más grandes amigas. Tal vez también me hizo olvidarme de asegurar puerta y ventanas de mi casa, de allí la eventual explicación del robo que te comenté.
En fin, corría como loca para llegar lo antes posible y aprovechar el tiempo al máximo en la posible... experiencia buscada. Mi tía me recibió con el mismo cariño de siempre, un abrazo y un beso en la mejilla muy filial. Te describo a mi tía:
- es una mujer soltera de unos 35 años - nunca ha querido confesar su edad - morena muy clara, blanca pues, con un pelo que siempre le he envidiado, castaño claro, largo, ondulado y que ella peina muy lindo, con mucho cuidado y que realza el contorno de su rostro bonito, con nariz recta, labios un tanto gruesos y sensuales; su cuerpo se mantiene muy firme, tal vez por el rudo trabajo de la granja que ella se empeña en realizar por sí misma. - - Bueno, ocasionalmente contrata uno que otro peón para que le ayude en algunas tareas. Sus senos siempre me han parecido bellos, aunque nunca se los he visto desnudos; su vientre es plano y, me imagino, muy duro; sus muslos y piernas, son una maravilla, torneados, gruesos sin exageración y que a ella le gusta presumir, bueno eso pienso porque siempre viste o unos shorts bastante cortos, o minifaldas espectaculares. Me extendí, no porque mi tía me sea atractiva sexualmente hablando, pero, aunque lo niego a nivel consciente, tal vez en el sub consciente si me sea atractiva. Luego te cuento. - Bien, pero mi objetivo no aparecía por ningún lado. El perro, que se llama Bruno, no salió a recibirme como siempre que voy a la granja. No me atreví a preguntar por él, pero mis oídos y mis ojos permanecían vigilantes para detectarlo. Estábamos en los comentarios rutinarios, cuando mis oídos escucharon lamentos de Bruno en algún lugar de la granja. Fue mi pretexto para inquirir.
"¿Qué le pasa a Bruno?" dije, antes que terminara el lamento.
Mi tía sonrió enigmática, y dijo:
"Es que el malvado del Bruno se me fuga casi todos los días a la casa de una vecina y no quiero perderlo" Me intrigó.
Como ya estábamos en el comentario, continué con mis preguntas:
"No entiendo. ¿Por qué habrías de perder a Bruno? Dicen que las querencias de estos animalitos nunca las dejan, o lo que es lo mismo, que la fidelidad de los perros es indestructible, entonces, ¿por qué ves una amenaza...?",.
"No, no, no estoy pensando que Bruno se quede allá con Justina, así se llama mi amiga y vecina, sino que casi se pasa todo el día con ella... tal vez le de algún manjar, o algo así, porque tiene una tendencia a irse que quiero corregir;
aquí, hace falta" Me dejó turulata, verdaderamente desconcertada. No quise insistir. Pero hice el propósito de investigar el por qué de las fugas del deseado Bruno. Avanzada la tarde, después de comer, dije a mi tía que me recostaría un momento. En realidad estaba excitada, sentía la humedad intensamente. Tal vez el continuo pensar en mi decisión de conocer el placer con el mejor compañero del hombre y, por tus relatos, de las mujeres; pensando, por supuesto, me había excitado. Minutos después, pensé en masturbarme, pero me dije que eso no aliviaría mi excitación sino todo lo contrario. Decidí ver a Bruno. Con el pretexto de caminar un poco, salí de la casa; mi tía estaba en la cocina preparando la cena y me dijo que sí, que era mejor para que la dejara en paz por unos momentos; me lo dijo riendo.
Es una broma habitual entre ella y yo, porque dice que yo parezco cotorra que no dejo de hablar. Claro, la idea era ir a visitar al pobre de Bruno que no dejaba de quejarse de cuando en cuando. Antes de salir de la recámara, decidida como estaba a "probar" a Bruno, me quité las pantis que estaban bien mojadas; las olí, y mi excitación se fue al cielo.
Me conmovió verlo encadenado. Del collar pendía una cadena, y ésta estaba sujeta a un poste del galpón de la granja. En cuanto me olfateó, empezó a gemir de contento, a pararse en las patas traseras como queriendo arrancar la cadena.
Me acerqué. El animal bajó la cabeza como atemorizado. Más me conmovió. Le acaricié la cabeza, y el lamió mi mano. Me agache poniéndome en cuclillas, y el perro lamió mi rostro. Los lengüetazos me excitaron en el acto, más cuando la lengua larga y roja se dedicó a lamer mis labios como si quisiera halagarme o agradecer así, mi visita.
Al estar en esa posición, un tanto intencionalmente, mi falda ascendió, y mis muslos probaron la caricia del aire, pero deseaban la caricia de la lengua perruna tantas y tantas veces soñada... y temida Seguí rascando la cabeza de Bruno; el perro lamía mi rostro; Bruno hizo un movimiento que me empujó y, como estaba en cuclillas, caí al piso; mis falda dejó al descubierto me pelambre - del que, te digo, me enorgullezco - y el animal trató alcanzar mi cara, pero como la cadena no lo dejó llegar, tuvo que lamer lo que tenía a su alcance que eran mis pelos y mis muslos.
Iba a levantarme, pero al sentir la lengua de mi presunto, dejé los muslos en su posición. Las lamidas me llegaron hasta el alma, es decir, la excitación de las lamidas.
Y Bruno ya no paró. Lamía mis muslos como si fuera una de mis amantes, de la rodilla hasta donde la cadena dejaba llegar su soberbia cabeza; era tan magistral la lamida, tan progresiva en su ascenso, que pensé en ese momento que era algo que el perrito había aprendido de alguna manera... o con alguien que le había enseñado tan espléndida forma de lamer, porque yo sentía que me derretía.
Claro, permanecí así, recibiendo la caricia, gracias a tus consejos y tus indicaciones de que eliminara cualquier prejuicio y me dejara ir en busca de las inéditas sensaciones de la zoofilia. Ahora veía el esfuerzo de mi seducido tratando de alcanzar mis pelos, vamos, mi pucha que ya estaba bien inundada y bastante olorosa. Me bastaba con recorrer un poco mi cuerpo para que la lengua llegara a donde yo quería que llegara sin pérdida de tiempo.
Moví mis nalgas para caminar en la dirección deseada, cuando recordé mi deducción en torno al posible aprendizaje de mi perro lindo; por eso fue que, echando un vistazo a la casa para ver si mi tía continuaba en la cocina, me senté para sacar mi vestido por completo... ¡Carajo, qué excitación tan tremenda estar totalmente desnuda ante la mirada atenta de Bruno, escuchar los jadeos del perro y ver su lengua escurriendo saliva!
Te aseguro que así fue como tuve mi primer orgasmo con, o ante la mirada de mi Bruno enloquecedor. Mi idea, al quitarme el vestido, era dejar mis tetas al descubierto y ofrecerlas a mi deseado para ver cuál iba a ser su comportamiento; mi previsión era que se dedicaría a lamer mis tetas con sus pezones tan erguidos que me dolían.
¡Así fue!, tal como yo esperaba, el perro, que tenía a su alcance la mitad superior de mi cuerpo solamente, empezó por lamer, de nuevo, mi rostro deteniéndose eternidades en mi boca, y tanto que, excitada y deprejuiciada como ya estaba abrí mi boca para ver si la lengua de Bruno se metía y consumar un beso inimaginado. Y sí, la lengua, tras un ligero sobresalto de Bruno, se metió a mi boca... ¡carajo, qué sensación tan tremenda!, el tamaño de esa lengua, la enorme cantidad de saliva que la bañaba, su aspereza, y tener plena conciencia que era la lengua de un perro, y luego poner mi lengua a lamer la otra lengua y aprisionar esta con mis labios, me hizo estallar en luminosos e interminables orgasmos. Carajo, amiga querida... ¡y deseada!, nunca imaginé, ni me habías dicho, que esto era posible hacerlo.
Para estos momentos, Bruno exhibía una tremenda erección. Como ya estaba super caliente y orgásmica, tomé su verga y la sentí deliciosa... ¡No tengo ninguna duda: sin tus consejos y tu impulso, seguramente nunca me hubiera atrevido a tocarle ese enorme trozo de carne venosa!. Aún tenía algo de cordura; veía constantemente para la casa para evitar ser sorprendida, posibilidad que más me enardecía; y también como para no dejar de completar mi indirecta investigación. Por eso, deje de besarlo, cerré la boca y con una mano aparte con suavidad la cabeza del perrazo.
Esto fue como una señal, como una indicación de que ahora había que hacer otra cosa... Bruno entendió, estoy segura que esta debe ser la expresión, porque de inmediato lamió mi cuello con suavidad, acezante, gemía, te lo juro, y luego empezó un recorrido como antes en mis muslos, del cuello a las axilas; yo abrí los brazos para que la lengua pudiera lamer sin interferencias; lo notable fue que antes de lamer cuando mis axilas estuvieron libres, el perro olía y levantaba la cabeza como para degustar el olor...
¡Que excitante ver esa actitud de mi perrito!, pero no paró allí; lengüeteo por minutos, para luego seguir recorriendo mi piel en dirección a mis tetas que ya esperaban ansiosas la lengua salvaje. Pero como que perro se abstenía de llegar hasta allá. Pero, obvio, no era abstención, era solamente otra parte de su aprendizaje: lentificar la caricia, para hacer más deseable la lamida de tetas. ¡Carajo!, en ese momento me convencí que Bruno había estado recibiendo una educación exhaustiva; y también que la maestra no podía ser otra que la amiga de mi tía.
¡Nunca pensé que la instructora, en realidad, era mi propia tía!, como pude comprobar un poco más adelante. Bueno, para esto, yo no podía contener mis orgasmo, y eso que mi sagrada rajita ni siquiera mis dedos recordaban. Pues Bruno, tal vez por la rutina aprendida, empezó a llegar a mis chichis, a lamerlas en toda la extensión, ambas, pero sin tocar los pezones: ¡Maravilloso y excitante!, pensé deslumbrada, al punto del desmayo por tantos y tantos orgasmos...
(Tuve que suspender el relato de mi fantástica experiencia para quitarme la ropa y darme una masturbada brutal, sí verdaderamente brutal... es que el recuerdo de esa tarde con mi adorado can, ¡Caray!, me puso loca, tremendamente loca. Escurría por las dos boca, ambas dejaban salir abundantes babas...) pero, volvamos a mi confidencia para ti.
... y tocó los pezones... ¡madre mía, qué lengua!, nunca había sentido una sensación tan encabronadamente placentera, te lo juro... ¡me fui al cielo!, y en ese momento pensé... ¡No cabe duda, Mary Carmen, mi amada amiga, mi inductora a este placer, ¡Tenía toda la razón... esto es ¡maravilloso! - las admiraciones espaciadas porque así lo siento - el orgasmo se estaba haciendo ya, permanente. Y eso que aún reservaba mi sagrada raja para, ¿para qué?, en ese momento no sabía de nada... solo sentía la lengua, hasta de la verga que tenía en la mano me olvidé.
De las lamidas, el maravilloso, el divino e inteligente Bruno, ¡empezó a mordisquear mi pezón!, ¡carajo!, todo esperaba menos esa caricia que se antojaba de un mamador humano verdaderamente angelical y no de un carnicero brutal como mi enardecedor Bruno. No cabe duda, mi tía era una experta educadora de perros.
Mira, querida Mary, he intentado, inmediatamente después de este lance, hacer que una de mis más entendidas acariciadoras repitiera esa sensación con sus preciosos dientes y... ¡pues no, para nada!, Bruno la aventaja diez a uno, la verdad. No sé cuanto tiempo, quizás segundos, de resistir esos increíbles mordisqueos, cuando estalle en millones de luces de colores, de luces magníficas, mejores que los más connotados fuegos artificiales de los chinos, como si fuera el momento de recibir el año nuevo en Pekín.
El perro jadeaba acompañando mis destemplados gemidos... y, carajo, sentí que la verga en mi mano se estremecía y chorros de leche perruna me bañaron el cuerpo, principalmente el vientre y mis pelos... hasta ese momento me di cuenta que masturbaba a Bruno con verdadero furor de masturbadora que quiere resistirse a la violación y por este mecanismo desarma al presunto violador.
Fue el fin de la sesión, porque mi tía, en la puerta de la casa, gritaba mi nombre desaforada. No creí que me hubiera visto, y sí, según me aclaró después, no me vio ni escucho mis alaridos, pero sí oyó los gemidos de su Bruno.
Lo que es estar alerta contra la intolerancia; a pesar de estar al borde del colapso, al escuchar el grito de mi tía, me levanté casi de un brinco, me puse el vestido - por fortuna no me puse el odioso sostén y las horribles pantaletas antes de venir a ver a mi perrito - y sin más corrí hacia la casa... Bruno aullaba... de frustración, creo. Cuando entré, mi tía se llevó una mano a la boca indicando extrema sorpresa: es que de todo me acordé, menos de dos cosas; una, que no peiné mi pelo que era una tremenda maraña, y segundo, que la leche de Bruno manchó mi vestido al colocármelo. Total, era un desastre, y más como conspiradora o para el ejercicio de la clandestinidad. Luego, para mayor desconcierto, mi tía estalló en carcajadas que no podía contener apuntando con su índice, precisamente a las manchas de mi vestido.
Por poco azotó de consternación y vergüenza. Pero mi tía, sin dejar de carcajearse, caminó a mi encuentro, me abrazó tiernamente, besó mis mejillas, me dio una nalgada, y dijo:
- ¡Ay, niña hermosa... qué se me hace que acabas de conocer a Bruno! - Ya te imaginarás mi bochorno, ¡había sido descubierta en mi cachondo y zoofílico proceder!, mi tía, respirando agitada, sin soltarme, acariciando mis nalgas, continuó:
- ¿Sabes qué?, pues... la verdad, me agrada que lo hayas conocido. Más, porque eso... me permite conocerte y también que me conozcas, digo, como ambas somos... - No aclaro cómo somos, pero si volvió a besar mi mejilla, pero ahora sacó la lengua y la lamió... ¡Temblé!, te lo juro, me puse a temblar sin explicación racional. Mis temblores se incrementaron, cuando mi tía dijo:
- Tienes todo el sabor de mi adorado Bruno... ¡sabes riquísimo! - - - lamía la saliva y algo de semen del perrazo - - - ¡quiero limpiarte toda! - - - dijo con un tono en verdad cachondo, excitante, casi aterrorizante. - Era tanto mi desconcierto, que me separé forzando el abrazo. La vi expresando mi enorme desconcierto, pero ella, con mirada lánguida y tierna, me besó en la boca con la lengua por delante de sus labios... no tuve más remedio que recibir esta otra lengua que resultó ser otra maravilla.
Las manos de mi ahora amadísima tía, ya andaban subiendo mi vestido para quitármelo, cosa que yo facilité levantando los brazos... y mi tía, con una voracidad peor que la de Bruno, se fue directa a mis pezones y los mamó, para luego extasiarse recogiendo los restos de saliva y de semen del perro. Para esto, mis manos ya andaban por las nalgas de mi tía, pero aún tenía el espantoso chort. Estaba tan caliente, que al tratar de abrir el sierre para poder quitarle los pantaloncitos, desgarré la ropa y la prenda cayó hasta los pies de mi amada y ahora muy deseada, lamida y mamada pariente.
Ella, con agilidad, levantó un tobillo, luego el otro y se libro de la ropa entorpecedora del placer. Mis manos se dieron gusto con las nalgas pasmosas de mi tía, las acaricié a mil por hora, metí mis dedos en la profunda barranca que separa esos dos fabulosos globos que nostras las mujeres tenemos, y que mi tía es un ejemplar fantástico de nalgona, y rocé el culo como yo sé que nos encanta a todas las chavas que sabemos del placer sin tapujos ni límites.
Mi tía ya acezaba como Bruno en los momentos de mayor calentura. Entonces mi tía, en susurros, me dijo:
- No seas mala... tírate en el suelo... boca arriba porque quiero... limpiar la leche de bruno de tu hermosa piel...
Me dejé caer... y ella rebasó a Bruno en las lamidas que me dio.
¡Caray amiga!,
yo estaba, pensé cuando corrí a la cocina, exhausta, pero con las caricias de esa lengua maravillosa que tiene mi tía, me puse de un activo, que no veas. Así iniciamos una guerra con nuestra mejor arma: la lengua. Caminamos con ellas por toda las superficie, y las cavidades más las caminamos, de nuestros cuerpos, en simultaneo, en caricias en espejo, en el juego de lo que hace la de adelante, hace la de atrás. Metió sus dedos en mi vagina, y la llené con tres de los míos; metí un dedo en su culo, y me lleno con dos de los suyos... fue la muerte chiquita, estallamos al unísono, como verdaderas hienas aulladoras.
No sé por cuanto tiempo sostuvimos el singular combate, lo cierto es que cuando yo creía que todo terminaría, mi cachonda e increíble tía, dijo:
- No te rajes, hija, que todavía falta lo mejor... - Me sorprendió. No podía creer que mi tía estuviera tan entera y dispuesta a la continuación del combate. Más asombro, cuando la vi levantarse y dirigirse a la salida de la cocina. Se fue. De inmediato pensé en que iba por Bruno: temblé de emoción y deseo. Obvio, me puse tan caliente como cuando el perro lamió mis manos al iniciarse todo esta tarde extraordinaria. Bruno fue el primero en llegar, como que al ser liberado, corrió delante de la tía, conforme la enseñanza recibida, y empujando la puerta, entró como vendaval... y frenó de una chusca manera: no esperaba ver a nadie allí, imagino. Pero luego, de inmediato, sin que mediara ninguna transición, dio pasos cortos, acompasados, sacando la lengua por la agitación y el deseo, creo; olfateó, subió la cabeza, peló los dientes en un gesto muy peculiar, que para mí fue en extremo excitante, y luego se puso a lamerme como cuando estuvimos solos: empezó, como antes, por mi boca, por mis labios...¡Caramba, tenía bien aprendida las rutinas!. Como la primera vez que sentí su hocico y su lengua en mi boca y con mi lengua, estallé en un tremendo orgasmo. Tenía aprisionada su lengua, cuando mi tía llegó. Se carcajeó, y gritó, si, en verdad gritó como atacada por la histeria:
- Bésalo, mi niña, bésalo. Nunca podrás tener otros besos como estos tan fascinantes que Bruno, mi niño Bruno, mi querido Bruno, da. - Era una orden. Cumplí con excelencia la orden porque continué chupando y mordiendo la lengua fantástica apretando con mis manos la soberbia cabeza del Bruno lamedor...
¿se le podrá decir mamador?, ¿qué opinas?, dame respuesta a esta interrogante, te lo suplico.
Con el rabillo del ojo, vi que mi tía se tendía bajo la panza del animal y empezaba a mamarle la verga a Bruno, y una de sus manos fue a jalar mi pelos mojados por tanta saliva y jugos de mi pucha. Bruno no tardó en aventar litros de leche, leche que nos bañó a las dos. En eso, mi tía, mi increíble y sabia tía, dijo:
- Lame mi cuerpo... saborea la sabrosa leche de mi adorado... pero no así, - - - Es que puse mi cabeza al lado de la de ella - - - Empieza por los pies y deja que yo empiece por el mismo sitio de tu hermosísimo cuerpo que he deseado desde hace años, hijita adorada... - Bueno, nos pusimos a lamer en un singular 69 porque no podíamos apoyar un cuerpo sobre el otro: estaba en cuatro; mi tía sabía que eso era lo indicado... Bruno saltó sobre mis nalgas y...¡carajo, se estaba completando mi enorme deseo, mi fantasía tan alimentada y tan temida hasta que te encontré, querida Mary! La verga de bruno picaba mis nalgas... no atinaba a pesar de su entrenamiento. De nuevo llegaste en mi auxilio: recordé lo que constaté, algo así: "entonces, con mi mano, guié la verga para que tocara la puerta de mi vagina...", y eso hice, orienté la verga... ¡y me llenó de verga de un solo empujón!, grité. Mi tía, volteó, y gritó:
- Cógetela Bruno, cógetela, métesela hasta los huevos, métesela hasta el nudo... - Yo ya no oía ni sentía otra cosa que la verga de Bruno profundamente metida en mi vagina, en mi gloriosa vagina heroína de mil batallas. Sentía el velocísimo mete y saca del perro, como algo divino, nunca sentido, jamás experimentado... y me fuí a la gloria!, más, cuando la sabia lengua de mi adorada tía me empezó a mamar el clítoris al tiempo que levantaba su maravilloso de pelos tan negros como una mancha de tinta pidiendo en silencio, mi lengua... Claro, me puse a mamar sintiendo que la verga se ponía más gruesa... era que el nudo me había invadido, pero yo ni en cuenta, gozaba como odalisca en el harem que es cogida pro muchas de las cautivas y por uno que otro eunuco.
Mi orgasmo, iniciado con la lengua de mi tía, aumentado por el mete y saca incontenible de Bruno, duró eternidades... no se iba, disminuía por segundos, para luego hacerme estallar en gritos y estremecimientos tremendos, pero no dejaba de mamar la rica pucha de mi tía que también gritaba como condenada en séptimo círculo del infierno del Dante. Y el acabose: mi tía, frenética y con orgasmo tras orgasmo, me sujetó cuando Bruno inundó mi cueva con sus litros de leche y quedó "trabado".
No me soltó mi sagrada tía, siguió mamado mi pucha, hasta que el perro se soltó. Cuando esto sucedió, yo ya no gritaba ni me estremecía, solo emitía gemidos de placer inaudito, increíble, inacabable. Y cuando el perro se soltó, mi tía se arrastró hasta quedar bajo el hocico de su amante permanente; este empezó las rutinas. Al ver el beso ya experimentado por mí, de mi tía y Bruno, tuve el postrero orgasmo y el casi imperceptible estremecimiento. Primera vez en mi vida que me he sentido incapaz de continuar en el combate; me dediqué por mucho tiempo a ser mirona.
Vi toda la rutina de mi tía con su perro. La lamió después de besarla, para luego de lamer uno de sus pezones, regresar al beso de hocico contra boca y de lenguas en el aire acariciándose. Lamió el sudor, mi saliva y su propia leche, le lamió la raja, el culo, y anexos, volvió al beso en la boca horizontal de mi tía, y esta sin dejar de besarlo, se puso en cuatro. El perro la rodeó, le olfateó el culo, y brincó: la verga tremenda la vi mucho más grande que cuando la contemplé en la casi oscuridad del patio.
Se la metió de un solo empujón sin la guía de la mano... se la cogió por minutos interminables; los dos acezaban, jadeaban, gemía como poseídos; la lengua del perro chorreaba saliva y sus ojos reflejaban el placer del sexo... sorpresivamente, suspendió el mete y saca, sacó toda la verga estilando jugos, pero se adivinaba que no era eyaculación; aulló, aullido que no sólo me sorprendió, también me causo nueva excitación, así de expresivo fue, en el sentido sexual de la expresión... y empujó nuevamente.
De no estar tan cerca de las acciones, no me hubiera percatado que la gran y jugosa verga... ¡se metía en el culo de mi tía!. Esta gritó, no de dolor, sino del extremo placer... y luego gritó ordenando:
- Hijita... hijita... no seas mala... ven, por favor, ven...., mama mi pucha, por lo que más quieras, mámala... hasta que Bruno estalle... y yo me vaya a la gloria. - Me apresuré; la maravillosa visión que estaba teniendo, además de los espléndidos y penetrantes olores, los extraordinarios sonidos lujuriosos de mi tía y los aullidos de la misma lujuria de Bruno, me dieron nuevas fuerzas, renovada excitación, y deseo enorme de mamar y ser mamada. Me arrastré hasta quedar bajo el peludo chocho de mi Hada Madrina, después de depositar un lujurioso beso en sus labios horizontales, para luego ir a besar los verticales.
Mi tía, en el máximo embate del perro, sintió mi mamada, gritó, pero vio mi pucha, mis muslos abiertos al máximo y se puso a mamar como yo deseaba. Cuando yo estaba en pleno orgasmo, se produjo en de los otros dos. Los gritos fueron tremendos, inacabables, enormemente placenteros, tanto como sentía por todo mi cuerpo, y creo que mis cogedores también sentían lo que yo.
¡El colmo!, mi tía quedó "anudada". Según dices esto es, además de peligroso, digo, que el nudo quede metido en el culo, muy doloroso, pero según mi tía, además de ser cierto todo lo que tú, mi sabio ejemplo, es inmensamente placentero cuando ya el culo está acostumbrado a tamaña distensión. Me suplicó que continuara mamando su raja, que no fuera mala, que aunque yo le decía que mi lengua... y mi cuerpo entero, no podían más, hiciera un extremo esfuerzo para seguir complaciéndola.
Y mamé y mamé hasta que mi tía se derrumbó al ceder el nudo de Bruno. Está vez, sólo bruno quedó en pie. Vi que nos vio como sonriendo - su lengua salía del hocico y todo el conjunto tenían esa expresión:
se reía - se sacudió, lamió mi cuerpo, luego el de mi tía, pero con lengüetazos leves, como con ternura, y luego se echó con su cabeza entre los soberbios senos de mi tía con la lengua fuera del hocico y escurriendo todavía.
Era casi de día, cuando mi tía me besó con enorme ternura en la boca. Acarició uno de mis senos, luego lamió el pezón y toda mi chichi, Me dijo:
"Eres adorable. Fantástico que no te... límites en el placer... aún teniendo como amante a un ser tan maravilloso como mi Bruno...".
Y volvió a besarme. Luego, desperezándose, dijo:
- Bien, sobrina de mis encantos. De ahora en adelante... seremos dos para Bruno, y una para otra, ¿te parece bien?. - - - sólo pude afirmar moviendo la cabeza. - Mi tía, con cuidado y ternura, me ayudó a levantarme para ir a depositarme en la cama, luego, ella se acostó entre mis senos aún dolorosos, conservando la extraordinaria e increíble sensación de los dientes de Bruno mordisqueando mi pezón.
Claro, el resto del domingo no hicimos otra cosa que darnos ternura, incluido Bruno. Todavía no puedo creer esta actitud del perro, esa conducta casi humana de dar lamidas tiernas - te juro que sí, eran caricias tiernas que daba con su lengua - en lugares que no son tan sensibles a las lamidas...
Antes de regresar, mi tía me dijo que la vecina se quería apropiar de Bruno, porque un día - ella tenía el baño dañado - se puso a orinar fuera de la casa. Bruno la vio, saltó la cerca que no es muy alta, y la tumbó para lamerle la raja y saborear los orines que siguió expulsando la caída.
Mi tía piensa que ella, luego de la sorpresa y el susto, sintió la cachondez de las lamidas... y dejó que Bruno continuara. Ya sabes, se picó, como decimos en México cuando una se aficiona a algo...
Llegué a casa exhausta... sólo para enterarme del robo; robo que me postró todo esa noche y que significó... tener que comprar de nuevo mi obligatoria computadora. Pues... querida, así, con tu ayuda, he conocido el increíble placer... con ¡Bruno!
LINDA
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