La golfa

Mi vanidad, hizo que me convirtiera en una puta. Me detuve por un momento para tomar aire, levanté la cara y vi el espejo de enfrente. Ahí estaba yo, puesta en cuatro patas y siendo cogida, después de varias semanas sin nada de nada. El sudor escurría por mi frente y mi trasero, el cual sentía yo perfectamente pegado a él; su verga hasta el fondo, sus manos gozando de mis nalgas y yo por mi parte, debo confesarlo, muy feliz. Hacía varias semanas que no me cogía y yo ya lo necesitaba desde hacía días; y no me cogía no porque yo no estuviera disponible para él, sino porque simplemente no se le había dado la gana cogerme. Él me coge cuando quiere y yo por mi parte he aprendido a estar disponible y no desaprovechar esas escasas oportunidades que me ofrece. Y es que prácticamente yo me he convertido en su golfa particular. No sé como pasó, ultimadamente yo era, y aparentemente soy una mujer decente, incluso tengo muchos admiradores en el trabajo y todos me tratan como un dama. Sin embargo, con él me he convertido en una puta y lo peor del caso es que es él quien me llama así. Recuerdo la primera vez que me lo dijo: - Mañana que salgas de tu trabajo, te voy a estar esperando; así que te quiero con zapatillas altas y ropa sexy, porque te voy a gozar sabroso, como la puta que eres- A mí no me gustó y hasta le comenté que no me dijera así, pero él me contestó. - Ya te dije, cabrona, mañana te voy a esperar afuera de tu trabajo, ya sabes por donde me estaciono. Si no quieres, pues vete por otro lado; pero eso sí, si llegas al carro, ya sabes, vestida como puta para que me des gusto- - Pero… - Entonces ahí te espero- Por supuesto ahí estuve al otro día y lo peor del caso es que me puse lo más sexy y provocativa que pude y además con mi cara de mujerzuela, la cual me delata por más que yo quiero disimular. En eso estaba y sintiendo sus caricias por todo mi cuerpo, cuando un fuerte sonido y al mismo tiempo un agudo dolor en mi trasero me hizo dejar de soñar en un instante. La nalgada fue seca y repentina, un grito salió de mis labios, parte por la sorpresa y parte por él dolor. Inmediatamente oí su voz casi gritándome: - ¡Muévete golfa, mueve esas nalgas de puta que tanto me gustan!- Para cuando el terminó la frase, yo por supuesto ya movía mi culo con gran entusiasmo, su verga entraba y salía y mis nalgas se movían en círculos. Yo me aplicaba al máximo, no quería otra nalgada, de verdad que ardía. Pero ya se me estaba pasando y sus manos sobando mis nalgas y me daban un placer tal que el dolor se convirtió pronto en otra cosa. Ahora mis gritos eran de placer, y es que aunque no acaba de gustarme que me dijera puta y que me nalguee y me trate como tal, a decir verdad me da unas cogidas como nunca antes me habían dado. Él bien que lo sabe y de eso se aprovecha. Quitó sus manos de redondo y generoso trasero y las colocó inmediatamente en mis tetas, que por cierto son grandes y voluminosas en comparación con mi reducida cintura. Eso es algo que me encanta y él lo sabe. A penas sujeta mis tetas y mis gritos se incrementan en cantidad y en volumen, creo que se oyen en todo el hotel, pero no puedo controlarme. Ahora es él que se mueve más. El sudor escurre a cántaros por mi cara. Sólo un instante levantó otra vez mi cara y en el espejo me veo yo gritando, mis mejillas rojas y ahí también está mi amante, montándome, con sus manos afianzadas de mis tetas y cogiéndome fuertemente. Mis nalgas resuenan a cada momento cuando tengo su verga hasta el fondo y ellas chocan contra su pelvis. Yo realmente estoy en el éxtasis, gozando al máximo y feliz de saber que estoy haciendo un buen trabajo para él y que quizá pronto se le vuelva antojar cogerse a su siempre dispuesta puta. Todo esto que les cuento, es real, yo soy real y todo lo que les describo es igualmente real. Tengo alrededor de 30 años y él, o sea mi amante, tiene como dos años más que yo. Todo los acontecimientos ocurren en la ciudad de México y cómo ya les había mencionado, cualquier día de la semana, siempre y cuando a él se le antoje cogerme. Todo empezó hace como 2 años cuando yo esperaba el transporte público saliendo de mi trabajo, empezaba a llover y no se veía la hora en que yo me pudiera ir. Él pasó en su auto, me vio, se estacionó, se bajó y me abordó. Yo no acostumbró entablar ese tipo de relaciones, pero en las circunstancias en que me encontraba me animaron a aceptar que me llevara. Además, es un chico guapo y yo me sentía como una reina arriba de su carro, causando de paso la envidia y admiración de algunas compañeras del trabajo que estaban por ahí cerca y vieron parte de la escena. Ellas finalmente se quedaron mojando y yo me fui, al fin a al cabo yo no tengo la culpa de estar más buenota que ellas. Paradójicamente, yo me empecé sintiendo un reina, pero los planes que él tenía para mí no eran exactamente hacia la realeza, sino hacia convertirme simple y llanamente en su puta particular. Pues ese día yo me sentí muy bien y él se portó como todo un caballero. En realidad es todo un caballero, quizá sea un poco difícil de explicar y más aún de entender, pero yo así lo califico; se expresa con decencia, es formal, me respeta, en general sabe tratar a una mujer, pero al momento de que se le antoja gozarme, entonces ya no soy más que una perra hecha para darle placer y tal cual me trata. Pasaron los días y a veces pasaba por mí y me llevaba a casa; eso me encantaba y lo que más anhelaba eran los días en que lo veía. En uno de esas primeras veces que nos vimos, me aclaró que ya tenía un compromiso formal y que por eso, sólo cuando podía, pasaba por mí. Me cayó como balde de agua fría, pero como hasta el momento sólo éramos amigos, le dije que estaba bien. No me aclaró si tenía una novia formal o estaba casado, y yo ya no le pregunté porque al fin y al cabo resultaba lo mismo: Él no iba a ser ni mi novio, ni quería nada formal conmigo. Nunca me hubiera involucrado con alguien así, es más, prefería evitar ese tipo de amistades. Por otro lado me gustaba la envidia que les causaba a mis compañeras y ni modo de darles el gusto de que vieran que mi galán ya no pasaba por mí. Además, los aventones me caían de perlas y él también me caía bien y me hacía sentir bien en la forma como me trataba. Así que decidí seguir aceptando que pasara por mí, sin compromiso de su parte, sabiendo que yo le gustaba, pero también teniendo la confianza de poder mantener la relación tal cual, es decir, evitando caer en una relación íntima con alguien que no fuera mi novio. Pensarlo fue fácil, confiada en que podía andar entre el fuego sin quemarme, pero ese fue un error muy grave, ya que poco a poco él fue ganando terreno. Yo ponía resistencia, me escabullía y usaba los recursos para mantenerlo al margen, pero no parecía importarle mucho mis esfuerzos, ni todas mis palabras que lo exhortaban a comportarse, sino más bien parecía divertirle como yo por un lado me trataba de comportar de acuerdo a mis convicciones y por otro lado, mi deseo me impulsaba hacia él. Tenía como un año que había terminado con mi último novio y en todo ese año no había andado con nadie y eso me ponía en mayor desventaja. Después de una semanas, ya cada día que pasaba por mí, antes de dejarme, buscaba un lugar aislado donde estacionarse y me tocaban unas agasajadas verdaderamente deliciosas. Como les explicaba, al principio yo ponía algo de resistencia, pero después me di cuenta que era inútil porque la final me ganaba la debilidad y ya mejor lo dejaba que me abrazara, me besara y me agarrara las piernas (hasta eso no se pasaba mucho más de eso). Me dije a mi misma: «Pues conque no pase de ahí no hay problema, además bien que me gusta y también lo disfruto, pero ya otra cosa ya no». (¿Se dan cuenta porque les digo que él fue ganando terreno hasta convertirme en su puta?). Unos meses después, me llevó a un hotel diciéndome que no me pasaría nada. Ya saben la falsa frasecita choteada, pero de todas formas yo todavía estaba segura de poder disfrutarlo y evitar que llegara a fondo. Las cosas fueron totalmente diferentes a como yo las planeé y es que ahora me doy cuenta que los acontecimientos se dan de acuerdo a los planes y deseos de mi macho, no a los de su perra esclava, o sea, yo. Entramos y si ya en otros momentos sus besos y caricias me derretían, pues ahí fue al doble. Cuando me di cuenta, ya me tenía totalmente desnuda y verdaderamente excitada, mientras que él todavía estaba casi totalmente vestido y disfrutando de mí y de la visión de tenerme totalmente desnuda, (sólo con los zapatos, que siempre me los deja) ante Él. Seguramente yo no hubiera podido evitar que hiciera prácticamente lo que quisiera, sin embargo no me cogió. Pensarán ustedes que fue un imbécil y a la mejor tengan razón, pero yo no lo creo así, más bien creo que le gustaba el juego del gato y el ratón, además de que estaba cumpliendo con su palabra de que ese día no me pasaría nada. Sea lo que sea lo único que logró fue que un sentimiento de expectación hacia ese momento se fijara en mí y con eso más caliente me ponía cada vez, porque así lo hizo por varias semanas. Lo anterior situación se puso más morbosa cuando por cierto acontecimiento yo me vi en la necesidad de pedirle dinero prestado. Él me lo prestó e incluso me apoyó con buenos consejos y de hecho no me lo cobró hasta que superé el problema y me sentía más tranquila, como siempre. Fue entonces cuando nos vimos y me dijo: - Oye ricura, no te voy a cobrar el dinero que te presté. Te lo vas a ganar, cabrona- - No te entiendo… - - Te lo vas a ganar, de la forma más fácil, como se lo ganan las putas, cogiendo… - Les juro que me puse roja, yo sabía a lo que se refería. Y como siempre una sonrisa se puso en mis labios, que la odio, pero es que siempre que me pongo nerviosa, lo primero que me pasa es que sonrío y no lo puedo controlar. Por supuesto que estaba nerviosa y no sé cómo pero en un instante ya tenía mojada mi ropa interior. El hecho de que ya hubiéramos estado en situación de hacerlo era una cosa, pero ahora me estaba pidiendo, más bien aclarando que por ese dinero que me prestó me iba a coger. ¡Eso ya era otra cosa! Una cosa es por gusto y otra es que ya te paguen por eso. Se imaginan, ¡me estaba convirtiendo en una puta! Me dieron ganas de protestar, pero no tenía caso, además me vería ridícula, si ya hasta me había tenido en sus manos. Así que continué con mi estúpida sonrisa en la boca, las mejillas rojas de pena y la respiración ligeramente agitada por la excitación. A lo que él continuó: - Si mi reina, aunque te rías, me vas a pagar con lo único que sabes hacer bien, creo yo, coger… Y quiero que lo hagas rico y que dejes complacido, de lo contrario, no sé como pueda cobrarte- Así como me lo dijo me llevo directamente al hotel. Yo ya no necesitaba nada para estar lista. Pero de todas maneras me dio una buena fajada. Los nervios eran muchos, después de casi año y medio sin tener ninguna relación, yo había cerrado casi como una virgen, además que soy sumamente estrecha. Soy muy delgada, aunque tengo buenas tetas y nalgas bien paraditas, que sumado a mis zapatillas de tacón alto de aguja me hacen dar una imagen de mujer fácil. Pues para no hacer muy larga esta historia les diré que me puso en cuatro y me intento penetrar así, sentí dolor pero después de dos o tres intentos no pudo metérmela: les digo que soy muy estrecha y yo estaba cerrada por la falta de actividad. A pesar de lo caliente que yo estaba, y de las nalgadas que me dio, tuve la esperanza de que desistiera y quizá yo pudiera continuar sin ser una puta, era como un deseo encontrado, mi cuerpo ya no aguantaba más y mis valores me decían que no podía estar cogiendo por dinero. Él no perdió más tiempo y me volteó poniéndome bocarriba en la cama, tomó mis piernas, las separó y estando él parado a la orilla de la cama, me la empezó a meter. Les diría que tenía una verga enorme y súper gruesa, pero esto es un relato real y la verdad era una verga mediana, sin embargo para mí eso es aún demasiado grande. Yo creí que no entraba tampoco, pero eran falsas esperanzas de mi conciencia. Con mis piernas bien sujetas y en la posición en la que me tenía, me pudo maniobrar perfectamente y su verga empezó a entrar poco a poco. Sentía que era virgen otra vez, era algo muy intenso, dolor y placer, todos los músculos de mi cuerpo estaban tensos, y más mis piernas, que alrededor su cintura, inconscientemente lo empujaban con todas sus fuerzas tratando de evitar que su chile siguiera entrando y causando más dolor, además de que yo me deslizaba hacia atrás por no soportar más. Una vez que parte del intruso estuvo dentro, me soltó las piernas y me afianzó perfectamente de la nuca e incluso de mis cabellos. Seguramente se dio cuenta que yo inconscientemente me estaba haciendo para atrás en un intento de evitar ese dolor. Una vez que me tuvo así, ya todo fue más fácil para él, con el apoyo que le daba el tenerme sujeta de los cabellos y ya con su verga dirigida hacia el objetivo, sólo fue cuestión de que sus potentes caderas, que por cierto ya me había percatado de lo buenas que están, hicieran el trabajo de empujar. Yo con mis piernas trataba de aguantar, pero qué podría haber hecho una mujer que no pesa más de 48 kilos, contra un hombre de más de 1:85 y 80k de peso. Por más esfuerzos que hice, su verga siguió su ya inevitable camino, no sin arrancar suspiros, gemidos, gritos y alaridos a su paso. Me imagino haber tenido la mirada perdida, porque aunque no cerré los ojos, era tal lo que yo sentía que no miraba a nada. No me di cuenta cuando ya había llegado hasta los huevos, porque yo seguía luchando por empujar con mis delgadas piernas. Él se debió haber dado cuenta de esto, porque ahí se detuvo un momento y me dijo: - Te la tengo metida hasta el tronco, putita, ya te jodí- Dicho y hecho. Empezó a cañonearme continuamente, en un movimiento fuerte y constante. Sus manos en ningún momento me dejaron los cabellos de la nuca. Me tenía bien afianzada como si él fuera un naufrago y yo su salvavidas, estoy segura que en su mente no pasaba por ningún momento soltarme. Había pagado por mí y no estaba dispuesto a dejar ir su recompensa. Sus caderas seguían moviéndose intensamente y a cada movimiento su verga llegaba hasta el fondo, el sonido de sus huevos chocando con mis nalgas se perdía bajo mis gritos, que ya empezaban a hacer de placer. Tenía ya rato cogiéndome de esa forma y no se veía que en algún momento se fuera a cansar de cogerme. Me di cuenta que sus glúteos no eran de adorno, en realidad las sabía usar y en que forma. En este momento eran como dos maquinas que no se cansaban de hacer su labor. También descubrí que estaban gozando como una puta, pero más que un cliente, parecía mi dueño el que me cogía. La cogida que me estaban dando era de tal magnitud que yo nunca había experimentado algo así. Sólo había cogido con mi último novio, yo lo quería y lo disfrutaba, pero ahora me daba cuenta de lo que era ser cogida como una perra. Así me disfrutó un buen, hasta que sin decirme nada me volteó y me puso otra vez en cuatro. Ahora las cosas ya fueron diferentes, su verga entró relativamente fácil hasta el fondo y me cabalgó como a su propia yegua. Me agarró las tetas, después otra vez de los cabellos pero ahora motándome. Y no solo me cabalgó, sino me hizo mover el trasero para darle placer y me fue educando a moverlo mas rápido a base de nalgadas que me propinaba cada que quería que yo me moviera más. Mi novio de antes terminaba rápido, pero mi “cliente” era diferente, ya llevaba mucho tiempo cogiendo y no terminaba. No les voy a contar todas las posiciones en las que me puso, pero si le diré que me cogió fácilmente más de una hora. Cuando finalmente se vino, yo me sentí plena de que me dejaron bien cogida como nunca, la garganta me dolía de tanto gritar y las piernas me temblaban pero eso sí muy satisfecha. Me gustaría contarles más, pero será en otra ocasión, por ahora sólo me concreté a la primera vez. De todas formas, aunque mi objetivo no va por ahí, les agradezco sus comentarios.