En el cyber
Isabel y yo en un cybercafé. Nuestra primera experiencia juntos. Al igual que todos los días, llegué al cybercafé a mediodía. Tengo la costumbre de revisar mi correo electrónico a esa hora, puesto a que no voy a almorzar a ninguna parte, aprovecho esas dos horas de receso en el trabajo para enviar, contestar y leer mi correspondencia virtual y navegar un rato en busca de información sobre programación.
Como siempre Isabel me recibió con una discreta sonrisa y un beso en la mejilla. Isa es la muchacha encargada de atender a los clientes que visitan el local. Es una hermosa joven de aproximadamente 22 años, de piel color de miel y una hermosa cabellera negra de aspecto salvaje. Su cuerpo es grácil, con caderas no muy pronunciadas, pero que les dan esa figura de guitarra a las mujeres atractivas. Tiene manos delgadas con dedos finos y de uñas bien cuidadas. Usa siempre jeans ajustados solo lo suficiente para apreciar sus delicadas curvas. Sus nalgas son hermosas duras, de un tamaño perfecto. Sus senos destacan sobre su pecho, son del tamaño de un puño, hermosos, y ella siempre los luce con escotes o blusas ajustadas que hacen que sus redondeces puedan ser apreciadas por aquellos que lo deseen. Sus labios son carnosos, gruesos sin llegar a ser exagerados, están hechos para el beso. Sus ojos, son grandes y expresivos, negros como su cabello. Su entrepierna deja ver una vulva apetitosa, de una forma que parece un pequeño caparazón que se abulta un poco entre esas dos extremidades de formas largas y perfectas que son sus piernas.
Después del saludo acostumbrado me instalé en una de las computadoras para hacer mis actividades cotidianas. Luego de un rato Isa se conectó y mi cliente de mensajería instantánea me informó que estaba en línea. Podrá parecer extraño, pero aunque nos vemos todos los días y tenemos un cierto grado de confianza, y aunque tenemos agradables conversaciones, preferimos charlar a través del web, ya que nadie nos interrumpe. Nuestros temas de conversación son variados y como no, a veces hablamos también de sexo, Isabel en ese sentido me hace sentir muy bien, es una chica sin inhibiciones, que me cuenta la manera en que ella ve el sexo y sus fantasías. Por mi parte, hago lo mismo. Realmente es agradable, y ella me hace sentir liberado de tabúes y trabas. Debo confesar que he fantaseado con ella, pero nada podrá superar la realidad que ese día me deparó mi fortuna.
Esa tarde, la llamé para que viera una página que acababa de encontrar, era de esas páginas web donde se pueden encontrar todo tipo de bromas electrónicas para hacerle a los amigos y conocidos. Ella se acercó por mi espalda y empezó a observar el monitor de la PC sobre mi hombro, su respiración me llegaba directamente a la oreja y una erección me sobrevino casi de inmediato, su olor era atrayente, suave, delicado como toda ella. Se rió de lo que miraba en mi pantalla y de repente se quedó callada. Voltee mirándola a los ojos extrañados y mientras me miraba cerró sus ojos suavemente ofreciéndome su boca. Suavemente uní mis labios a los de ella y nos besamos largamente, su aliento era delicioso, un sabor a fruta fresca me regaló su boca. Nos separamos lentamente y ella, tomándome de la mano me levantó de mi asiento. Miré a mi alrededor nervioso por lo que pudiera pensar alguno de los clientes que pudiera haber, pícaramente me sonrió diciendo: - Después de que llegaste coloqué el aviso de cerrado, así que sólo estamos tu y yo.
Me dejé llevar por Isabel hacia la parte trasera del local, donde había un taller de electrónica donde un técnico reparaba y daba mantenimiento a los equipos del cyber. Entramos al pequeño salón, volteándose me miró directo a los ojos y me dijo: - Te he deseado desde hace algún tiempo, y se que tu me deseas. Quiero que hagamos el amor, como lo hemos hablado en Internet, con pasión, lujuria, sin frenos de ningún tipo. - Isa... Sólo eso alcancé a decir, en seguida me abrazó y su boca buscó mi cuello, mis labios, mis orejas, mis brazos la rodearon y la apreté contra mi, besando su rostro, buscando sus labios para morderlos, besarlos, chuparlos. Mis manos empezaron a sacarle la blusa que cargaba, levantando los brazos ella me dejó hacer, sus pechos quedaron frente a mí y los tomé suavemente entre mis manos, los acaricié y sentí sus pezones duros, me incliné frente a ella y empecé a chupar esos hermosos senos que tanto me atraían, su piel era suave, tersa, y con cada chupón que le daba un suspiro escapaba de su boca. Sus dedos estaban enredados en mi cabellos, lo halaba y acariciaba como buscando de que aferrarse. Poco a poco, empecé a besarla más debajo de sus pechos, su vientre se me antojaba exquisito, y su ombligo era una pequeña abertura deliciosamente esculpida en un abdomen plano y suave como piel de durazno. Me arrodillé frente a ella y desabroché su pantalón sin dejar de lamer su vientre. Isabel respiraba rápidamente y tuvo que colocar sus manos contra la mesa detrás de ella para sostenerse. Le bajé los jeans y un diminuto bikini blanca de encaje se mostró a frente a mi rostro. Pegué mi nariz a su entrepierna y sus suspiré profundamente olfateando su vulva, su olor a hembra creo que casi me hace estallar los pantalones de la tremenda erección que tenía.
Empecé a quitarle el bikini delicadamente, acariciando al mismo tiempo sus bellas piernas. A estas alturas Isabel tenía el rostro desencajado por el placer, sus ojos cerrados y su boca entreabierta y jadeante me daban una imagen más excitante aún si se puede. Sus manos apretaban sus pechos tomándolos con fuerza. Cuando la prenda quedó en el piso empecé a subir mi rostro hasta llegar nuevamente a su vulva, con la punta de mi lengua rocé su clítoris y un largo suspiro salió de lo más profundo del pecho de Isabel, estaba teniendo un orgasmo y me lo estaba entregando para que lo degustara. Ella se había acomodado contra la mesa, apoyándose contra la parte alta de sus muslos, metí mi cara bruscamente contra su vulva y empecé a chuparla, lamerla, besarla y mordisquearla suavemente, sus manos me halaron en cabello y sólo dejó escapar de su boca un placentero: - Siiii, sigue... Su voz entrecortada me hizo afincar mis chupadas y lamidas, de su vagina empezaron a brotar los jugos de un potente y gran orgasmo, me apretó el rostro con sus piernas y sus manos hundieron más mi cara en su húmedo sexo. Sus cuerpo empezó a estremecerse y temblar descompasadamente mientras yo me relamía y saboreaba cada gota que me regalaba su depilada y deliciosa sexualidad.
Mientras el pecho de Isabel aún subía y bajaba rápidamente le di vuelta y metí mi rostro, esta vez sin tanta delicadeza entre sus hermosas nalgas. Mi lengua buscó su ano y empecé a lamérselo. Ella se empinó sobre sus pies y levantó su hermoso culo poniéndolo en una mejor posición para darme gusto. Mientras la besaba una de mis manos desabrochó mi pantalón y saqué mi verga, la cual estaba a punto de explotar dentro de los pantalones. Sin dejar de chuparla, me empecé a masturbar para calmar un poco aquella sensación de desespero.
En pocos minutos Isabel arqueó su espalda y dando un pequeño gritito se dejó caer sobre la mesa, bajo un orgasmo delicioso. Me levanté poco a poco y empecé a besarle la espalda, con la cara bajo su hermosa mata de negro cabello Isabel jadeaba más que respiraba bajé mis pantalones y dejé mi virilidad por fin libre me acerqué a ella por detrás y aprovechando su posición tumbada sobre la dándome la espalda le recosté mi duro e hirviente falo entre las nalgas. Debe haber sido muy excitante para ella, porque empezó a mover su cola circularmente, acariciando con sus nalgas mi verga. Tomé con mis manos cada una de sus nalgas y empecé a masturbarme moviendo mi virilidad entre estas. Me incliné sobre ella y le besé el cuello, lamiéndola y saboreando su sudor. Ella se incorporó y se volteó bruscamente, me miró fijamente a los ojos y empezó a besarme. En su rostro se dibujó una sonrisa y mientras me besaba el pecho me digo: - Me has dados algunos de mis mejores orgasmos, ahora yo te voy a regalar algo que jamás olvidarás. Me miró a los ojos desde la altura de mi pubis, mi verga tiesa y dura era sostenida por una de sus delicadas manos, haciéndola verse más gruesa y grande. Abrió su boca lentamente y sin dejar de mirarme dio un pequeño chupón a la punta de mi glande, un suspiro de placer escapó de mi pecho.
Empezó a besar todo mi miembro, no dejaba de mirarme y eso me excitaba aún más, su lengua lo recorría a todo lo largo y yo tenía pequeños espasmos, cuando por fin se metió mi glande en su boca, mi placer ya me estaba llevando al clímax. Succionó la cabeza de mi verga suavemente, y su lengua se movía indeteniblemente alrededor de ésta, una de sus manos se movía hacia delante y hacia atrás, masturbándome suavemente, su otra mano acariciaba mis testículos, sobando y rasguñando delicadamente mi escroto.
Con todo esto, una sensación en mi columna me avisaba la inminente eyaculación que se me venía sin poderla frenar, quise separarla de mi entrepierna, pero fue como si la hubiese empujado hacia mi. Aún así, el disparo de semen la sorprendió, sin embargo siguió chupando mi pene, mientras que seguía saliendo esperma de mi, tragó todo saboreando cada trago, y me lamió la verga hasta dejármela totalmente limpia. Cuando hubo terminado volvió a mirarme a los ojos y me sonrió con mi pene aún en su boca. Esa imagen de satisfacción y libidinosa mirada me encantó, la así de los hombros y la levanté, la besé en la boca nuevamente, pero esta vez no fui delicado o gentil, esta vez me la estaba comiendo, mi pasión se había desbordado y quería sentirme dentro de ella lo más rápido que fuera posible.
Isabel me besaba y con sus manos acariciaba mi verga, la cual se empezó a poner rígida nuevamente pasados pocos minutos de toda esta acción.
Isabel se apartó de mi y se sentó al borde de la mesa, abrió sus piernas y levantando su mano derecha me hizo un gesto de acercarme con su índice, sus labios húmedos aún por mis besos me invitaron: - Ven José, ahora te quiero dentro de mi, quiero sentirte y hacerte sentir cosas que no olvidarás. Ahora mi verga estaba dispuesta, me coloqué frente a ella y lentamente la empecé a penetrar, sus piernas me rodearon y sus brazos me abrazaron por sobre la nuca.
Nos basábamos como locos y empecé a realizar un movimiento de entra y sale, que fue in crescendo, hasta que la velocidad de mi cadera empezó a hacer que toda la mesa se moviera por nuestros cuerpos, las herramientas y equipos que había sobre la mesa empezaron a temblar, Isabel dejo caer su cabeza hacia atrás y su respiración se hizo entrecortada, el sudor corría sobre mi pecho, mi espalda, mi rostro, estaba haciendo disfrutar a esa hembra como jamás lo había hecho con otra, ella desconectada totalmente, en el éxtasis más intenso, solo decía: - No pares, no pares, no pares Y esas palabras eran como porras para mi, escuché algo romperse pero ya nada me importaba, las uñas de Isabel me estaban arañando hasta marcarme toda la espalda y sin embargo mis movimientos se hicieron más rápidos, más fuertes y más violentos. Sus gemidos y contracciones me indicaban ya otro orgasmo, y ya no pude aguantar más, extraje mi verga de ella y un potente chorro de semen bañó todo su abdomen empapándola del blancuzco líquido, empecé a temblar y deje caer mi cabeza sobre su hombro, mi respiración era desesperada, Isabel me empezó a besar en la cabeza y una de sus manos comenzó a esparcir mi semen sobre si misma.
Así seguimos por algunos minutos hasta que me recuperé lo suficiente como para dejar de apoyarme sobre ella. La bese suavemente en los labios. Miré a mi alrededor y vi como un monitor de computadora estaba hecho pedazos a mis pies. Isabel sonrió y me dijo: - Calló mientras rico me lo estabas haciendo así que no te quise interrumpir, lo que voy a hacer es decirle al jefe que se calló y listo.
Volví a besarla, y le sonreí, nos vestimos sin dejar de mirarnos y sin decir palabras, sólo nuestros ojos hablaban, se decían lo mucho que habíamos disfrutado el uno del otro, se invitaban nuevamente a seguir haciendo uso de ésta pasión recién descubierta, expresaban el inicio de algo que seguramente iba a durar mucho tiempo, o tal vez poco, eso sólo lo diría el tiempo.
Salimos a la sala principal del local y me senté frente a la computadora que estaba usando cuando llegué, ella fue al baño, y justo al salir de éste, sonó la campanilla de la puerta principal, un señor entró al cyber y le dijo a Isabel: - Necesito una máquina por una hora, ella con su mejor sonrisa le indicó en cual estación sentarse y me miró pícaramente, se acababa de dar cuenta de que no había cerrado la puerta del local. Una mirada de complicidad cubrió nuestros rostros y reímos para nuestros adentros. Si, Isabel era mi deseo cumplido y ella lo sabía.
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